En Minas, tres y media de no sé bien
qué, en este último día de 2014. De repente ha llegado la noche y se
encienden las luces de la calle. El viento está furioso, ¿quizás porque termina
el año? Empieza a llover: las lágrimas del cielo están llorando la muerte
atroz de una criatura en Punta del Este.
Termina el año y, en los recuerdos,
destaca la beatificación de Don Álvaro del Portillo. El Papa Francisco recordó
en su mensaje lo que él le decía al Señor tantas veces: “¡Gracias, perdón, ayúdame
más!”.
Me parece que es un modo
excelente de despedir el año y comenzar el 2015 con buen pie. Lo aplico a mi
vida personal y con el deseo –los sacerdotes somos intermediarios de la oración
de todos- a la del mundo entero.
Pienso que “es justo y
necesario darte gracias, Señor”: por tu divina paciencia con los hombres (y con
las mujeres, obvio); por tu reiterada voluntad de escucharnos, de salirnos al
encuentro, de absolvernos…
Gracias y ¡perdón!: por mis
pecados y por los indiferentes pecados diarios a los que tan acostumbrados estamos
que hasta nos divierten…
¡Ayúdame más y ayúdanos más!
Danos una conciencia con piel de niño, fina, sensible a tu presencia;
que no seamos toscos.
Virgen Santísima, Madre de
Dios. El 1° de enero de este año, el Papa Francisco (¡gracias por cuidarlo!) terminaba
su homilía diciéndote fuertemente tres veces: “¡Madre de Dios, Madre de Dios,
Madre de Dios!”. Y creo que necesitamos repetir con urgencia: ¡ruega por
nosotros, pecadores, ahora, ahora, ahora!
Si tratamos de estar más
cerca de Dios (Ella es el camino seguro) más cerca de todos estaremos. Entonces si, ¡Feliz 2015 será!
1 comentario:
Excelente mensaje!!, como siempre. Muchas gracias Mons.
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