Escribo desde Madrid, a las 11 de la mañana de este lunes de otoño con mucho sol, que ayer y anteayer tuvo la delicadeza de ocultarse tras las nubes y colaborar así, con una temperatura fresca, ideal, en la beatificación de don Álvaro del Portillo.
Fue una fiesta (el sábado, la de la beatificación; ayer, la Misa de acción de gracias) que en estos lares se califica como por todo lo alto. Hay que entender bien el modismo, para ser fieles a la verdad.
Por todo lo alto significa, en primer lugar, una serena alegría compartida por 200.000 personas, según dicen unánimes los medios de información. Quiere decir también unión con el Papa y con la Iglesia, que mostró ayer su catolicidad con la participación de mujeres y hombres procedentes de Nigeria y Estados Unidos; de China y Bolivia; de Uruguay y Corea... del mundo entero. Por todo lo alto significa, antes que multitud, familias y aire de familia: padres, madres, hijas e hijos, abuelos... y cariño fraterno entre personas de razas y colores tan distintos como Dios nos ha querido.
Diría también, y sobre todo, que la fiesta de beatificación de Don Álvaro, por todo lo alto, ha sido el resultado del esfuerzo tenaz de muchas, de muchísimas personas que, durante meses, trabajaron duramente para que las ceremonias del sábado y el domingo salieran con precisión suiza en cuanto a horarios y con el cuidado de mil detalles que, gracias a Dios, son parte de la herencia recibida de san Josemaría, transmitida por Don Álvaro y continuada por su actual sucesor, monseñor Javier Echevarría: sin sensación alguna de agobio o tensión, las ceremonias se desarrollaron aceitadamente, tanto por lo que hace a la liturgia como a la llegada y la salida de los doscientos mil participantes.
¡Qué cuidado estaba todo! El estrado, el altar, los ornamentos, las sacristías para cientos de concelebrantes, los servicios... El coro y la orquesta... 1.500 sacerdotes repartieron la Comunión y lo hicieron en 15 minutos... Todo esto se resume en un solo concepto: la fiesta por todo lo alto ha sido, en definitiva, un trabajo hecho con mucho amor, esmerado, prolijo.
Hay personas que, en su particular visión, interpretan un empeño así como "triunfalismo". Es una pena, la verdad. No caen en la cuenta de algo muy simple, que una chica andaluza sintetizó ayer en una sola idea, cuando le agradecí una información. Sorprendida, exclamó: "Lo que usté necesite, faltaría má. Que si uno no está pa serví, ¿pa qué está?". Tan sencillo como eso.
La fiesta por todo lo alto tuvo un extenso e infrecuente mensaje del Papa que es necesario meditar, así como la homilía del Cardenal Angelo Amato, que tenía la representación de Francisco para la beatificación. Y la homilía de ayer, en la Misa de acción de gracias, de monseñor Javier Echevarría. Me impresionaba escuchar su voz juvenil animando a las familias a ir adelante... Tiene 82 años de juventud.
Yo saqué unas cuantas fotos que quería compartir con ustedes. Pero hace un rato descubrí que la computadora desde la que escribo no puede leer la tarjeta de mi máquina de fotos y, sobre todo, vi que en el sitio que hay que pinchar aquí se encuentran videos, comentarios y fotografías infinitamente mejores. Los invito a entrar y a disfrutar de la fiesta por todo lo alto, mientras le pido al beato Álvaro que los bendiga en cantidad.
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