Fue un éxito el Foro Interreligioso del martes pasado. Participaron en él representantes de diversas iglesias y cultos. Habló el Presidente del Parlasur, Rubén Martínez Huelmo, y el Ministro de Educación Ricardo Ehrlich. Hablamos en la presentación de las diversas confesiones y en los talleres. Fue una experiencia de diálogo interreligioso que nos enriqueció y dio testimonio de que podemos y debemos conversar sobre tantos intereses comunes, que sólo pueden dar buenos frutos para nuestra vida en sociedad.
La Mae Susana Andrade merece renglón aparte, porque fue ella la que estuvo organizando, previendo, comunicando y concretando los mil detalles necesarios para que el Foro haya sido el comienzo de algo bueno, muy bueno.
Reproduzco lo que dije como Presidente de la Comisión de Diálogo Interreligioso de la Conferencia Episcopal Uruguaya. Debo agregar que hubo coincidencia general con mis palabras.
Esta reunión del Parlasur, dedicada al diálogo interreligioso, tiene quizás algo de profecía: es un anuncio de algo nuevo y bueno, de algo ineludible. Me refiero a la necesidad de empezar a cultivar entre nosotros, que formamos una sociedad de hombres y mujeres libres, el mutuo y verdadero conocimiento de nuestras religiones.
Si estamos de acuerdo como sociedad en que la educación es la base de una
convivencia serena, ¿cómo excluir de ella, de la educación, la esencial
dimensión religiosa de la persona? Por eso, este diálogo que se inaugura hoy en el ámbito del Parlasur, es de desear que sea el
arranque para tomar decisiones de importancia que influirán positivamente en
nuestra convivencia social. Pienso que para eso es necesario, por decirlo de
una manera expresiva, perderle el miedo
a Dios y dejarlo entrar en el ámbito de nuestra educación.
Esto significa que ella esté abierta,
en primer lugar, al hecho religioso
en sí mismo: el hombre, con toda justicia, se ha definido como animal
religioso. ¿Cómo pasar por alto en la educación este dato esencial? Perderle el miedo a Dios quiere decir
favorecer una laicidad positiva que
no sólo tolere las religiones fuera de las aulas de nuestras escuelas, sino que
le abra sus puertas, porque ha entendido la función irreemplazable de la religión para la
formación de las conciencias y para su contribución a la creación de un
consenso ético fundamental en la sociedad.
Nuestro Estado uruguayo
es aconfesional y es bueno que así sea. La laicidad positiva no pretende que el
Estado valore los dogmas religiosos, sino la contribución de las iglesias al
bien común, es decir, los frutos sociales que se derivan de las convicciones
religiosas de la ciudadanía. Para esto es necesario abrirle las puertas a Dios en nuestra educación.
El Papa Francisco, desde que
fue elegido para guiar a la Iglesia Católica, está predicando por todo el mundo
que es necesario cultivar la “cultura del encuentro”, de manera que aprendamos
a conocernos, a respetarnos, a servirnos y a querernos como hermanos, porque
somos todos hijos del único Dios que es amor. A Él le pido que nuestro diálogo
de hoy sea el comienzo de algo nuevo, de algo muy bueno para todos.
1 comentario:
Que importante que sería que nuestro estado realmente se LAICO. Que no ponga impedimentos, que no sea anti-cristo. Parecería que la Virgen de los 33 fuera un cuento chino.
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