Minas, 1 de septiembre de 2014
Queridos
hermanos de la Diócesis de Minas:
son realmente estremecedoras las noticias que recibimos
cada día, sobre lo que está sucediendo en países como Irak y Siria: millones de
mujeres y hombres, niños y ancianos, cristianos en su gran mayoría, han tenido
que huir de su patria, llevando consigo solamente el dolor de los parientes y
amigos, que fueron asesinados por los fundamentalistas musulmanes.
Asimismo, no podemos ignorar el peligro de que, por lo
que sucede en Ucrania, se desate una guerra en Europa, así como tampoco pasar
por alto el conflicto continuo entre Israel y los palestinos, ni las tragedias
que sufren los cristianos en Nigeria. En este cuadro, ¿qué podemos hacer
nosotros?
En el año 2002, el Papa san Juan
Pablo II advertía en su Carta Apostólica sobre “El Rosario de la Virgen María”:
Las dificultades que presenta el panorama
mundial en este comienzo del nuevo Milenio nos inducen a pensar que sólo una
intervención de lo Alto, capaz de orientar los corazones de quienes viven situaciones
conflictivas y de quienes dirigen los destinos de las Naciones puede hacer
esperar en un futuro menos oscuro (n. 40).
En la Carta, el Papa manifestaba también otra
preocupación: se refería a un ámbito
crucial de nuestro tiempo, que requiere una urgente atención y oración: es el de la familia, célula de la
sociedad, amenazada cada vez más por fuerzas disgregadoras, tanto de índole
ideológica como práctica, que hacen temer por el futuro de esta fundamental e
irrenunciable institución y, con ella, por el destino de toda la sociedad (n.
6).
Frente a estas dos realidades de diferente clase pero de
extrema magnitud, Juan Pablo II nos animaba a rezar el Rosario, confiando por
completo en la intercesión materna de la Santísima Virgen. Aseguraba: la Iglesia ha visto siempre en esta oración
una particular eficacia, confiando las causas más difíciles a su recitación
comunitaria y a su práctica constante. En momentos en los que la cristiandad
misma estaba amenazada, se atribuyó a la fuerza de esta oración la liberación
del peligro y la Virgen del Rosario fue considerada como propiciadora de la
salvación (n. 39).
Les pido, en estas graves circunstancias, que tomen en
sus manos el Rosario y lo recen en familia. Que lo recen en las parroquias,
antes de cada Misa, diaria y dominical. Los animo a visitar con frecuencia a
nuestra Madre, la Virgen del Verdún y donde la veneramos con distintas
advocaciones, para rogarle, por medio del Rosario, por la paz en el mundo y por
la familia. ¡Que este llamamiento mío no sea
en balde!, rogaba el Papa Juan Pablo II hace tantos años…
Los bendigo con todo afecto,
+ Jaime
Obispo de Minas