Queridos Rafa y Anamaría:
ayer, después del partido, le mandé un mail a Carlos, un amigo argentino
que vive en Roma. Después de acompañarlo en el sentimiento, como era de rigor,
para consolarlo le conté el cuento del turco.
El turco fue a ver un partido
de fútbol del equipo de su pueblo, y como entonces no había más comunicación
que el telégrafo, que cobraba por palabras, al terminar envió uno, solamente
con cuatro letras: BBBB. Cuando volvió al pueblo explicó, como cosa obvia, lo
que había querido decir: ¡Bartido Berdido Baciencia Baisano!.
No sé, Anamaría, si a ti te
afectó poco o mucho el Mundial. En cambio, por el tono de tu último mail, me
quedó claro que sí te afectó de veras lo que leíste en los capítulos 2 y 3 del
folleto ESTÁ BUENO CONVERSAR.
En realidad, más que “afectarte”,
entiendo que te fastidió. Como esta correspondencia contigo y con Rafa quedamos
en hacerla pública, para que se entienda tu molestia quisiera decirte que, en general
y mi opinión, hay que entender las afirmaciones del folleto, en el contexto de
la idea-madre que presenta acerca de la sexualidad: un sistema de placer, que
hay que usar con el mínimo riesgo y el máximo disfrute.
De esta idea clave se
desprende toda una doctrina, que es la que se pretende difundir, sí o sí. Por
ejemplo: después de explicar que la masturbación forma parte del auto
descubrimiento y conocimiento del cuerpo, y que algunos niños y niñas la
realizan “durante un tiempo y poco a poco
la van abandonando”, dice drásticamente: “al llegar a la adolescencia se retomará esta actividad autoerótica”.
Esta seguridad inapelable y sin matices, como la FIFA y aunque se diga que está bueno
“conversar”, domina el texto del que hablamos.
Desde otro punto de vista, el
empeño por no calificar moralmente el acto en cuestión, lleva a contradicciones
risibles. Por una parte, una y otra vez se repite que es “un acto privado e íntimo”. Por otra, se asegura que “existen muchos conceptos y prejuicios en
torno a la masturbación. Cada familia tendrá una postura ante ella”. ¿En
qué quedamos? ¿Es un acto personal –lo privado y lo íntimo es propiedad
exclusiva de la persona- o es un acto de calificación familiar, igual a “en mi
casa nos encanta la polenta”?
En definitiva, lo que se
pretende subrayar es que la actividad de que hablamos “es parte de nuestra intimidad, un
aspecto más de nuestra sexualidad, que permite conocernos y darnos placer”.
Como conclusión, afirma que “frente a las
varias preguntas y creencias vinculadas a la masturbación, es mejor conversar
sobre el tema para que (los niños y adolescentes) tengan la información correcta”.
Estamos en un callejón sin
salida: si es verdad que hay diferentes creencias acerca de la masturbación,
¿cuál es la “información correcta”? ¿Quizás, como se lee también, sea que “así como otros hechos cotidianos de nuestra vida, (la masturbación es) parte de esa intimidad que debe ser
respetada”? Pero ¿cuáles son esos
hechos, de los que no se da ningún ejemplo?: ¿si me lavo o no los dientes
después de comer?, ¿si uso calzoncillos largos?... ¿Se pueden equiparar estos
hechos con la intimidad sexual? ¿Acaso es tan inocente el “vicio solitario” (así
se le denominó siempre) como fumar un cigarrillo después de comer? (¡No, fumar es
pecado!).
Anamaría, entiendo tu
fastidio. Vos, Rafa, no escribiste nada esta semana… En el mail anterior
habíamos quedado en hablar sobre el pudor y la intimidad, y mirá en qué
terminamos… Baciencia, Baisano…
Hasta la próxima, un abrazo,
Jaime
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