La
autora de Cásate y sé sumisa y Cásate y da la vida por ella no es una
fuera de serie. Es una madre de familia de 4 hijos que, como muchas que conozco,
además del trabajo de engendrarlos, traerlos al mundo, cuidarlos, alimentarlos
y educarlos, tiene un trabajo fuera de casa que le ocupa unas cuantas horas del
día.
¿Cómo hace una mujer para llevar
adelante su pluriempleo? En los dos libros se encuentran un montón de experiencias
de vita vissuta e alegremente sofferta,
diría en su idioma, que solamente en parte se explican por el “genio femenino”:
hay “algo” más en la vida de esta mujer madre de familia y periodista que, según
cuenta ella misma, ha escrito sus libros de noche y pagando el precio de vivir
deseando dormir muchas horas seguidas.
Ese “algo” más de Costanza Miriano aparece repetidas veces en las páginas
de los dos Cásate. En la carta que escribe
a su amigo Marco, que convive desde
tiempo inmemorial con Chiara y no se decide a casarse con ella por un montón
de argumentos difíciles de rebatir, Costanza
pasa directamente al insulto. Eres un
cobarde, un crío, un invertebrado, le suelta. (Interesante: la confianza
que da la amistad permite, y obliga muchas veces, a sacudir al interlocutor).
Después de este arranque enérgico y de
otras afirmaciones, duras y muy amables al mismo tiempo, llega la hora de ir al
nudo de la cuestión. En cada uno de
nosotros hay una semilla de mal que nosotros, los católicos, llamamos pecado
original, al que nos enfrentamos intentando aprender, durante toda la vida, a
desobedecerla de manera creativa, semilla sin la cual no se puede explicar la
mentalidad del mundo.
La realidad del pecado en nosotros
mismos trae consigo la necesidad de luchar con ese que no queremos ser: Esta lucha por la conquista de la libertad y
la felicidad verdaderas constituye el sentido de nuestra vida, y debemos seguir
aprendiendo a ejercitarla hasta nuestro último día, e intentar enseñar a
hacerlo a nuestros hijos desde el primero. No solamente por el premio futuro,
sino porque así podremos vivir felices ya desde hoy mismo. Y nosotros, los
creyentes, pensamos que sin Dios, un Padre bueno que siempre está por nosotros,
no se puede vencer en esa lucha.
Cómo disfrutar la presencia de Dios,
cómo recurrir a ella para conseguir paz en momentos de agitación (el estado
normal de una madre de familia), es una experiencia “personal e intransferible”,
como antes advertían los pasajes de avión. En su blog, Costanza Miriano habla de
su propia experiencia diciendo que, convencida
como está de que sólo se va al cielo con recomendación, busca siempre los
canales preferenciales para llegar al Jefe Supremo. Para ella, la Misa y el
Rosario son los que funcionan mejor.
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