Hay
consejos que no se olvidan. Uno de estos me lo dio el profesor García Suárez,
mientras estudiaba en Pamplona: - ¡Un libro no fichado es un libro no leído!
No
siempre he seguido consejo tan sabio, por pura pereza, debo confesarlo.
Mientras iba leyendo el libro de Costanza Miriano decidí seguirlo y fichar su Experiencia radical para mujeres sin miedo,
porque en sus páginas encontré mucha miga, demasiada quizás. Y es que,
envueltas en buen humor e ironías acerca de su marido (se llama Guido, se ve
que es un grande), son tantos los aciertos señalados en el libro, que no sé si
seré capaz de convertirlos en fichas. Escribe, por ejemplo:
Nuestro genio propio, antes que cualquier otra
cosa, es tejer relaciones. Me parece evidente que esa tarea es algo nuestro, y
la prueba de ello es que, si los hombres se encargaran de la vida social de la
familia, iríamos por las calles del barrio son saludar ni a una sola alma, pues
cada vez que cruzamos dos palabras con el vecino, con la pediatra o con la
catequista, ese oso que va junto a nosotras nos pregunta: pero ¿quién era?, y
sobre todo, ¿cómo has conseguido acordarte del nombre de sus hijos? Sólo
nosotras sabemos encontrar palabras, y traducir, porque a veces el intérprete
hace más falta para hablar con quien más cerca está de ti (cuando mi marido
dice “por supuesto, querida”, eso significa “lo voy a hacer, pero que conste
que antes preferiría ir a la fiesta de comunión de los hijos del vecino”, una
de las eventualidades, según creo yo, más horrorosas para él, que es un tipo
tan sociable que si no se dan causas externas de cierta gravedad como, por
ejemplo, haber perdido las llaves, prefiere no malgastar con nadie una palabra,
mucho menos un cumplido).
Entre
bromas y veras, en la carta que Costanza escribe a su amiga Margherita se
encuentra, me parece, el quid de lo
que quiere transmitir y que ha provocado escándalo en cierto público feminista…
mientras el libro se ha traducido a cinco idiomas.
Le
confía a su amiga el secreto de un matrimonio feliz, nada menos.
Ese secreto es que las mujeres, ante
el hombre que hemos elegido, demos un paso atrás. Y tú, que me conoces, sabes
bien que tal cosa no está en absoluto en mi naturaleza, yo, que hice mío el
lema de mi abuelo, el coronel: “Con pared o sin pared, tres pasos al frente”. (…)
No obstante, cuando se trata de la vida en pareja, hay que competir al revés:
con pared o sin pared, tres pasos atrás. Y hay que hacerlo aun cuando no
entiendas el motivo, aun cuando estés íntimamente convencida de tener razón. En
ese momento, haz un acto de confianza en tu marido. Sal de la lógica del mundo,
“yo quiero tener la razón”, y entra en la de Dios, que te ha puesto al lado de
tu marido, ese santo que te soporta a pesar de todo y que, dicho sea de paso,
también es un buen tipo.
Pero,
¿qué está diciendo esta mujer, adónde quiere llegar? ¿Sumisión al marido en el
siglo XXI, cuando a tantas novias (gracias a Dios, aún quedan) no les gusta
nada elegir esa lectura de san Pablo en la que, precisamente, pide a las
mujeres que obedezcan a los maridos?...
La
señora Miriano –genio femenino en acción al 100%- le explica a su amiga el
resultado de su propuesta:
Comprobarás, te lo puedo asegurar, que un
hombre no se puede resistir a una mujer que lo respeta, que reconoce su autoridad,
que se esfuerza lealmente en escucharlo, en dejar de lado su propio modo de ver
las cosas, que se muerde la lengua -órgano
siempre dispuesto a burlarse, a ridiculizar, a poner de relieve las carencias
del otro, para eso somos estupendas, sin comentarios-, que acepta con amor
recorrer caminos muy distintos a los que ella hubiera elegido de estar sola.
Poco a poco será él el que irá a
preguntarte qué piensas, qué hay que hacer, por dónde debe encaminarse la familia.
Y ese respeto se conquista con el respeto, esa devoción con la sumisión.
STOP. Como dije, este libro tiene mucha miga. Da para conversar,
asentir, disentir, aprender… Tan grande fue el lío que armó el Cásate y sé sumisa, que su autora se
sintió empujada obligada a escribir otro: Cásate
y da la vida por ella. Como el primero, les hará mucho bien a ellas y a
ellos.
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