Me preguntan qué
pienso sobre el proyecto de ley, por el cual el Estado se encargará de producir y
comercializar la marihuana. Y digo que al tal proyecto, en mi opinión, hay que
inscribirlo en un marco más amplio y sombrío: el de la disolución de la
sociedad uruguaya.
Este proceso empezó
con la ley del divorcio en 1907, un auténtico torpedo en la línea de flotación de
la familia (base de nuestra sociedad, según reza la Constitución) y las
recientes leyes del aborto, la del matrimonio igualitario y la mentada del
cannabis contribuirán a deshacerla sin piedad. A los legisladores responsables de
este escrache se les puede aplicar aquello de Chesterton: Quienes hablan contra la
familia no saben lo que hacen, porque no saben lo que deshacen.
La idea de que el
Estado combatirá el narcotráfico produciendo y vendiendo la marihuana por su
cuenta es, en el mejor de los casos, una ingenuidad digna de Pelagio que, como
se sabe, negaba que los hombres naciéramos con el pecado original. Porque si en
escalas muy menores, en las que se juegan cantidades irrisorias en comparación
con lo que puede dar de sí el negocio de la droga, dos por tres saltan
conductas delictivas, ¿en razón de qué se puede pensar que en toda la cadena de
producción y comercialización de la marihuana no habrá nada de eso? Me
pregunto: ¿la cultivarán y la venderán los ángeles?
Lo que me parece aún más
grave es que el proyecto en cuestión, en cuanto se piensa un poco nomás, le dará
la puntilla a la institución familiar (RAE, dar
la puntilla: rematar, causar el fracaso definitivo de alguien o algo), ya tan
malherida. ¿Cómo no ver que cualquier adolescente empezará con un porrito, por
diversión de menor de 18 años, y que después de gustarlo va a querer más y se
las arreglará, sin dejar rastro, para conseguir otro? ¿Y después?… Después, el
papá y la mamá verán que el nene empieza a rendir poco en el estudio, que tiene
los ojos rojos, que reacciona mal en cuanto lo contradicen, que está desganado
para todo… Tendrán entonces un hijo-drogadicto-gracias-al-Estado que necesitará
tratamiento de apuro. Este es apenas un ejemplito, entre muchos más que cualquiera puede imaginar, de cómo afectará a las familias la despenalización o legalización (la distinción es puramente nominal) de la marihuana.
Dijo el señor George
Soros (especulador financiero,
inversionista y filántropo, judío de origen húngaro y nacionalizado
estadounidense. Se hizo famoso por provocar la quiebra del Banco de Inglaterra
el 16 de septiembre de 1992, dice la Wikipedia) que él se encargará de
financiar este “experimento social” que hará Uruguay legalizando la marihuana. ¿Experimento
a qué precio, por qué motivo? Por amor a la familia, desde luego, no parece: a los 83 años, Soros
se acaba de casar por tercera vez con Tamiko Bolton, de 42. ¿Entonces?...
Entonces prometo rezar
más por los padres y madres de familia que, a pesar de todo (los felicito con toda el alma), seguirán luchando por formar a sus hijos como Dios manda.
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Para profundizar en el tema, recomiendo este artículo del prof. Carlo Bellieni.
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Para profundizar en el tema, recomiendo este artículo del prof. Carlo Bellieni.
1 comentario:
Es muy difícil creer que con esta ley se quiera evitar algo negativo (narcotráfico). Lo único que me explica la legalización de la marihuana es lo siguiente: si a cualquiera de nosotros nos preguntan ¿que es mas fácil, dirigir un grupo de gacelas o un grupo de gansos? Nadie duda en la respuesta. CUANTO MAS DETERIORADO TENGA EL CEREBRO LA SOCIEDAD MÁS FÁCIL DE MANEJARLA ES.
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