Esta mañana caí en la cuenta de que tengo que
aprender a leer al Papa Francisco. Y no porque sea complicado lo que dice, sino
al revés.
Me
levanté temprano para ver la Misa de inauguración de su pontificado. La verdad
es que, después de leer sus intervenciones de los días pasados, yo esperaba que
en la Misa solemne de hoy daría a conocer las líneas maestras de su gobierno de
la Iglesia; que iría, naturalmente, por el cauce del Concilio y que tomaría
ocasión del Año de la Fe para impulsarnos a un mayor apostolado, y que hablaría
de los “desafíos” de su pontificado y de cómo piensa enfrentarlos… Ahora
entiendo con vergüenza que, en realidad, pretendía enseñarle al Papa lo que
debería decir, ¡casi nada!
El
Santo Padre sólo nos habló de la vocación que recibió San José para ser el
“custodio” de María y de Jesús y, prolongando sus cuidados, también de la
Iglesia. Cumplió su misión con
discreción, con humildad, en silencio (…) con la atención constante a Dios,
abierto a sus signos, disponible a sus proyectos y no tanto al propio…
¿Para quién hablaba el Papa, sin nombrarnos,
si no para los que tenemos en la Iglesia el encargo de ser “custodios”, obispos
y sacerdotes? José es ‘custodio’ –continuó-
porque sabe escuchar a Dios, porque se
deja guiar por su voluntad y, precisamente por eso, es más sensible aún a las
personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los
acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más
sensatas. ¡Bueno!.., ¿cabe una lección más clara? Me aplico todo.
No es que al Papa Francisco haya que
leerlo “entre líneas”. El suyo es un estilo nuevo, diferente de su antecesor,
que hablaba y escribía con extremada claridad: Francisco también, pero envuelve
sus ideas en el lenguaje cotidiano.
El Papa nos dijo que todos los hombres, no
sólo los cristianos, debemos conjugar el verbo “custodiar”, porque todo (la creación, la gente, la propia
familia) está confiado a la custodia del
hombre y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Y cuando el hombre
falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por
los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido.
Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen «Herodes» que traman
planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer. ¿A quiénes se refería el Papa? Cada uno sabrá responder.
En todo caso,
interesa esto sobremanera: si de veras queremos “custodiar”, también tenemos que
cuidar de nosotros mismos. Y es así porque el
odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces
vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque de aquí es de
donde salen las intenciones buenas y malas, las que construyen y las que
destruyen. Más claro, imposible. Seremos capaces de bondad, de ternura
-¡cómo insistió en esta casi desconocida palabra!- de preocupación por los más
débiles, dijo el Papa, si mantenemos vigilante el corazón.
Seguramente la
homilía del Papa será criticada porque no respondió, en apariencia, a los
“desafíos” que tiene la Iglesia… En apariencia, no más: leyéndolo despacio se
verá que, en realidad, llegó al caracú de los problemas de los hombres.
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