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lunes, 11 de marzo de 2013

EN EL OJO DEL HURACÁN



       
        Domingo de mañana en Minas. A las 8 de la mañana hice lo más importante: celebrar la Santa Misa.            
        Hay viento fuerte que anuncia tormenta. Hojeo el diario: la tormenta está instalada entre nosotros.
      Me entero de que se va a reglamentar la ley de la eutanasia, con la correspondiente objeción de conciencia de los médicos. Leo también que los matrimonios siguen descendiendo, en favor de las uniones libres de todo vínculo formal. Dos páginas más adelante, informa el diario sobre el empeño oficial por legalizar, o sí o sí, el consumo de marihuana.
            Recuerdo que está pendiente la legislación sobre la fecundación asistida y, en cosa de semanas, la aprobación de la ley que equipara las uniones homosexuales con el matrimonio.
            No es una tormenta, sino un huracán ideológico que, aparentando defender defender los derechos humanos, va camino de arrasar la misma idea de persona que está consagrada en nuestra Carta Magna:  “la enumeración de derechos, deberes y garantías hecha por la Constitución, no excluye los otros que son inherentes a la personalidad humana…” (art. 72).
            Pienso que es necesario empezar por aquí, por esta declaración básica, para estar en condiciones de plantarse frente al huracán: ¿qué quisieron expresar los legisladores, al aprobar nuestra ley fundamental, cuando declararon solemnemente que toda persona goza de unos derechos que le pertenecen por el hecho mismo de ser persona? ¿Lo han estudiado a fondo nuestros legisladores?
En todo caso, es obvio que el primero y fundamental de esos derechos,  el derecho a la vida, ha sido criminalmente violado con la aprobación del aborto. Desde este punto de partida, vale todo ¿o no?
         ¿Es posible defenderse del huracán? Sí, es posible, aunque más no sea para que la conciencia personal no pierda claridad en su juicio.  Quisiera invitarlos a conocer qué dice la Iglesia Católica acerca de los temas que hoy tenemos planteados. Quien se tome el trabajo de leer alguno de los enlaces, verá que se trata de un pensamiento de validez permanente y universal, que desarrolla las consecuencias de una respuesta razonable y razonada a esta pregunta: ¿qué es el hombre?  Desde aquí se podrá avanzar en el conocimiento de los fundamentos que tienen los derechos, deberes y garantías inherentes a la personalidad humana.
            El punto de partida es la dignidad de la persona, de la cual se desprende la obligación de respetarla desde que es concebida hasta la muerte: aquí aparece el crimen del aborto, se encara el problema del sufrimiento humano y de la eutanasia.
         Últimamente se dice que la paternidad es un derecho y, en consecuencia, que se debe legalizar la práctica de la fecundación asistida. ¿Es realmente así? ¿Todo lo que se puede hacer técnicamente, es moralmente bueno?    
         Por otro lado, ¿corresponde a la dignidad del hombre y la mujer, y es justo equiparar las uniones homosexuales y el matrimonio?
            ¿Y la marihuana? ¿Será un camino válido, para combatir el narcotráfico, legalizar su consumo?
          Hoy somos víctimas del huracán ideológico del género: ¿cuál es su origen, cuáles sus manifestaciones?
          No sé si hay algún procedimiento en tierra para combatir los huracanes. En el caso que nos ocupa, la salida se encuentra en la institución familiar, cuya base es el matrimonio, el de siempre y para siempre.
            Mañana empieza el Cónclave del que saldrá el nuevo sucesor de Pedro. Ya lo queremos y rezamos por él: estará en el ojo del huracán.

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