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sábado, 30 de marzo de 2013

MENSAJE PASCUAL


JESUCRISTO VIVE PARA SIEMPRE
¡ALELUYA!



Nos ha hecho hijos de Dios y nos llama hermanos suyos ¡aleluya! ¡No tengan miedo, estoy con ustedes!, ¡aleluya!
Si Dios está con nosotros, ¿quién está contra nosotros? Digamos, pues, con alegría:
¡Viva la vida que crece en tu vientre, Mujer, y vivan las madres y los padres de familia! ¡Vivan sus hijos y vivan los que creen en el amor del matrimonio para siempre!
Porque Jesús resucitó ¡aleluya!, ruega a Dios, Madre nuestra  ¡aleluya!, que sepamos contagiar su amor sin dilaciones ¡aleluya!, que en Cristo todos somos hermanos ¡aleluya!

martes, 26 de marzo de 2013

GUERRA A LA FAMILIA


Como era previsible, en el Senado de la República se aprobará el proyecto que equipara el matrimonio con las uniones homosexuales. El Poder Ejecutivo no pondrá dificultades y, con su firma, consumará una gravísima injusticia.  
Es así por varios motivos. El primero de ellos es que el matrimonio y las uniones homosexuales son realidades diferentes y, por tanto, deben ser tratadas de manera diferente.

El matrimonio ha sido, y lo será siempre, la relación estable y abierta a la vida entre un hombre y una mujer: esto lo enseñan el sentido común y la historia de las culturas. Las uniones homosexuales, en cambio, son distintas en cuanto que, por definición, es imposible en ellas la apertura a la vida. Entonces, ¿a qué viene el empeño por identificar una y otra realidad, cuando es obvio que no tienen nada que ver entre sí?
Se afirma que no poder acceder al matrimonio sería, para las personas homosexuales, un acto discriminatorio. Me remito a la Corte Europea de Derechos Humanos,  que en junio de 2010 resolvió que no existe un derecho humano al casamiento entre personas del mismo sexo: el derecho al matrimonio es de un varón en relación con una mujer y de una mujer con un varón. Los tribunales francés, alemán o español han dicho lo mismo.
Quienes pretenden la equiparación del matrimonio con las uniones homosexuales aluden también a los sentimientos: si un hombre quiere a otro hombre y una mujer a otra mujer y desean vivir juntos, ¿por qué no van a poder casarse? Parecería olvidarse que la función del Derecho no es proteger los sentimientos de las personas. ¿Acaso se legisla sobre la amistad o las antipatías? Cuando se contrae matrimonio no se legaliza el amor de los contrayentes, sino su unión sexuada, es decir, la entrega y la recepción mutua de dos personas en cuanto que son varón y mujer, lo cual no sucede entre dos personas del mismo sexo. Lo que protege la ley son sobre todo las obligaciones patrimoniales a las que da lugar el matrimonio. Se puede preguntar: ¿esto no está suficientemente contemplado en la ley de uniones concubinarias? ¿Por qué entonces la obstinación de legalizar como matrimonio una realidad que, por definición, nunca lo será?
En el proyecto se incluye otro tema de extremada importancia: las parejas del mismo sexo podrán adoptar niños. Se argumentará que, de no poder hacerlo, se las estaría discriminando.

Pienso que, en realidad, nadie tiene derecho a adoptar, ni los homosexuales ni los heterosexuales. La adopción consiste en darle una familia a un niño que no la tiene, y no un niño a una familia. La adopción no es un derecho de los adultos, sino un derecho de los niños a tener un padre y una madre. ¿Se tiene esto en cuenta?
 Ahora que en el Senado ya estarían los votos para aprobar la ley, pienso que es necesario volver al artículo 40 de nuestra Constitución, en el que se proclama solemnemente que la familia es la base de nuestra sociedad y, en consecuencia,  el Estado velará por su estabilidad moral y material, para la mejor formación de los hijos dentro de la sociedad.
El proyecto de ley del que hablamos, ¿es realmente una expresión del interés del Estado por la familia? ¿No se ha pensado que legislando en favor de una minoría, se discrimina a la inmensa mayoría de los matrimonios y familias uruguayos? Todos ellos, hasta ahora, se llaman lo que son: marido y mujer. A partir de la ley, los que se casen serán “cónyuge A y cónyuge B”. ¿Es justo cambiar el Código Civil de manera tan grotesca?
  Hay bastante más para decir, pero lo anotado parece suficiente. El gobierno aprobó el asesinato de los niños en el vientre de sus madres; ahora, cambia la naturaleza del matrimonio. Enseguida después vendrán las leyes en favor de la eutanasia y también de la eugenesia, rotuladas de otra manera, claro.  ¿Este es el progreso social que queremos los uruguayos?
En 2010, cuando el mismo tema que hoy nos ocupa iba a debatirse en el parlamento argentino, el Cardenal Jorge Bergoglio escribió lo que sigue, que comparto por completo: Aquí está en juego la identidad y la supervivencia de la familia: papa, mamá e hijos. Está en juego la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso que se diera con un padre y una madre. Está en juego un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada además en nuestros corazones.
Más adelante también escribió: No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política, es la pretensión destructiva del plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ´´movida´´ del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios. 

martes, 19 de marzo de 2013

EL PAPA LLEGÓ AL CARACÚ



        

           Esta mañana caí en la cuenta de que tengo que aprender a leer al Papa Francisco. Y no porque sea complicado lo que dice, sino al revés.
            Me levanté temprano para ver la Misa de inauguración de su pontificado. La verdad es que, después de leer sus intervenciones de los días pasados, yo esperaba que en la Misa solemne de hoy daría a conocer las líneas maestras de su gobierno de la Iglesia; que iría, naturalmente, por el cauce del Concilio y que tomaría ocasión del Año de la Fe para impulsarnos a un mayor apostolado, y que hablaría de los “desafíos” de su pontificado y de cómo piensa enfrentarlos… Ahora entiendo con vergüenza que, en realidad, pretendía enseñarle al Papa lo que debería decir, ¡casi nada!
            El Santo Padre sólo nos habló de la vocación que recibió San José para ser el “custodio” de María y de Jesús y, prolongando sus cuidados, también de la Iglesia. Cumplió su misión con discreción, con humildad, en silencio (…) con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a sus proyectos y no tanto al propio…
¿Para quién hablaba el Papa, sin nombrarnos, si no para los que tenemos en la Iglesia el encargo de ser “custodios”, obispos y sacerdotes? José es ‘custodio’ –continuó- porque sabe escuchar a Dios, porque se deja guiar por su voluntad y, precisamente por eso, es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. ¡Bueno!.., ¿cabe una lección más clara? Me aplico todo.
No es que al Papa Francisco haya que leerlo “entre líneas”. El suyo es un estilo nuevo, diferente de su antecesor, que hablaba y escribía con extremada claridad: Francisco también, pero envuelve sus ideas en el lenguaje cotidiano.
 El Papa nos dijo que todos los hombres, no sólo los cristianos, debemos conjugar el verbo “custodiar”, porque todo (la creación, la gente, la propia familia) está confiado a la custodia del hombre y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Y cuando el hombre falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido. Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen «Herodes» que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer. ¿A quiénes se refería el Papa? Cada uno sabrá responder.
En todo caso, interesa esto sobremanera: si de veras queremos “custodiar”, también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Y es así porque el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque de aquí es de donde salen las intenciones buenas y malas, las que construyen y las que destruyen. Más claro, imposible. Seremos capaces de bondad, de ternura -¡cómo insistió en esta casi desconocida palabra!- de preocupación por los más débiles, dijo el Papa, si mantenemos vigilante el corazón.
Seguramente la homilía del Papa será criticada porque no respondió, en apariencia, a los “desafíos” que tiene la Iglesia… En apariencia, no más: leyéndolo despacio se verá que, en realidad, llegó al caracú de los problemas de los hombres. 

jueves, 14 de marzo de 2013

CONOCER A FRANCISCO I




Carta del Arzobispo de Buenos Aires a las religiosas de clausura.



           Buenos Aires, 22 de junio de 2010.
Queridas hermanas:
Les escribo estas líneas a cada una de Ustedes que están en los cuatro Monasterios de Buenos Aires. El pueblo argentino deberá afrontar, en las próximas semanas, una situación cuyo resultado puede herir gravemente a la familia.
Se trata del proyecto de ley sobre matrimonio de personas del mismo sexo. Aquí está en juego la identidad, y la supervivencia de la familia: papa, mamá e hijos. Está en juego la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre. Está en juego un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada además en nuestros corazones.
Recuerdo una frase de Santa Teresita cuando habla de su enfermedad de infancia. Dice que la envidia del Demonio quiso cobrarse en su familia la entrada al Carmelo de su hermana mayor. Aquí también está la envida del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra.
No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ´´movida´´ del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios. Jesús nos dice que, para defendernos de este acusador mentiroso, nos enviará el Espíritu de Verdad.
Hoy la Patria, ante esta situación, necesita de la asistencia especial del Espíritu Santo que ponga la luz de la Verdad en medio de las tinieblas del error necesita de este Abogado que nos defienda del encantamiento de tantos sofismas con que se busca justificar este proyecto de ley, y que confunden y engañan incluso a personas de buena voluntad.
Por esto recurro a Ustedes y les pido oración y sacrificio, las dos armas invencibles que confesaba tener Santa Teresita. Clamen al Señor para que envíe su Espíritu a los Senadores que han de dar su voto. Que no lo hagan movidos por el error o por situaciones de coyuntura sino según lo que la ley natural y la ley de Dios les señala. Pidan por ellos, por sus familias que el Señor los visite, los fortalezca y consuele. Pidan para que ellos hagan un gran bien a la Patria.
El proyecto de ley se tratará en el Senado después del 13 de julio. Miremos a San José. a María, al Niño y pidamos con fervor que ellos defiendan a la familia argentina en este momento. Recordémosle lo que Dios mismo dijo a su pueblo en un momento de mucha angustia: ´´esta guerra no es vuestra sino de Dios´´. Que ellos nos socorran, defiendan y acompañen en esta guerra de Dios.
Gracias por lo que harán en esta lucha por la Patria. Y , por favor, les pido también que recen por mi. Que Jesús las bendiga y la Virgen Santa las cuide.
Afectuosamente,

+ Mons. Jorge Bergoglio S.J.
Arzobispo de Buenos Aires

miércoles, 13 de marzo de 2013

lunes, 11 de marzo de 2013

EN EL OJO DEL HURACÁN



       
        Domingo de mañana en Minas. A las 8 de la mañana hice lo más importante: celebrar la Santa Misa.            
        Hay viento fuerte que anuncia tormenta. Hojeo el diario: la tormenta está instalada entre nosotros.
      Me entero de que se va a reglamentar la ley de la eutanasia, con la correspondiente objeción de conciencia de los médicos. Leo también que los matrimonios siguen descendiendo, en favor de las uniones libres de todo vínculo formal. Dos páginas más adelante, informa el diario sobre el empeño oficial por legalizar, o sí o sí, el consumo de marihuana.
            Recuerdo que está pendiente la legislación sobre la fecundación asistida y, en cosa de semanas, la aprobación de la ley que equipara las uniones homosexuales con el matrimonio.
            No es una tormenta, sino un huracán ideológico que, aparentando defender defender los derechos humanos, va camino de arrasar la misma idea de persona que está consagrada en nuestra Carta Magna:  “la enumeración de derechos, deberes y garantías hecha por la Constitución, no excluye los otros que son inherentes a la personalidad humana…” (art. 72).
            Pienso que es necesario empezar por aquí, por esta declaración básica, para estar en condiciones de plantarse frente al huracán: ¿qué quisieron expresar los legisladores, al aprobar nuestra ley fundamental, cuando declararon solemnemente que toda persona goza de unos derechos que le pertenecen por el hecho mismo de ser persona? ¿Lo han estudiado a fondo nuestros legisladores?
En todo caso, es obvio que el primero y fundamental de esos derechos,  el derecho a la vida, ha sido criminalmente violado con la aprobación del aborto. Desde este punto de partida, vale todo ¿o no?
         ¿Es posible defenderse del huracán? Sí, es posible, aunque más no sea para que la conciencia personal no pierda claridad en su juicio.  Quisiera invitarlos a conocer qué dice la Iglesia Católica acerca de los temas que hoy tenemos planteados. Quien se tome el trabajo de leer alguno de los enlaces, verá que se trata de un pensamiento de validez permanente y universal, que desarrolla las consecuencias de una respuesta razonable y razonada a esta pregunta: ¿qué es el hombre?  Desde aquí se podrá avanzar en el conocimiento de los fundamentos que tienen los derechos, deberes y garantías inherentes a la personalidad humana.
            El punto de partida es la dignidad de la persona, de la cual se desprende la obligación de respetarla desde que es concebida hasta la muerte: aquí aparece el crimen del aborto, se encara el problema del sufrimiento humano y de la eutanasia.
         Últimamente se dice que la paternidad es un derecho y, en consecuencia, que se debe legalizar la práctica de la fecundación asistida. ¿Es realmente así? ¿Todo lo que se puede hacer técnicamente, es moralmente bueno?    
         Por otro lado, ¿corresponde a la dignidad del hombre y la mujer, y es justo equiparar las uniones homosexuales y el matrimonio?
            ¿Y la marihuana? ¿Será un camino válido, para combatir el narcotráfico, legalizar su consumo?
          Hoy somos víctimas del huracán ideológico del género: ¿cuál es su origen, cuáles sus manifestaciones?
          No sé si hay algún procedimiento en tierra para combatir los huracanes. En el caso que nos ocupa, la salida se encuentra en la institución familiar, cuya base es el matrimonio, el de siempre y para siempre.
            Mañana empieza el Cónclave del que saldrá el nuevo sucesor de Pedro. Ya lo queremos y rezamos por él: estará en el ojo del huracán.

martes, 5 de marzo de 2013

SÓLO POR ÉL

Los cardenales han enviado al Papa emérito un telegrama que hace pensar.
Ocho años de completa entrega; ocho años sufriendo el tiro al blanco en todos los idiomas; ocho años escuchando con paciencia infinita a cuantos se le acercaban; ocho años sembrando el entendimiento y la paz; ocho años repartiendo sabiduría sin encontrar el eco deseado; ocho años de oración y sacrificios para anunciar a Jesucristo a toda costa; ocho años de agobio incalculable, por la infidelidad de no pocos de los que deberíamos ser más fieles... 
La lista de sinsabores puede, obviamente, concretarse mucho más. Cuando renuncia a seguir porque ya no puede más, recibe un telegrama de sus más cercanos colaboradores y -me permito imaginarlo- después de leerlo habrá pensado: - Deo omnis gloria! Sólo por Él, si tuviera fuerzas, trabajaría ocho años más. Sólo por Él.

Los padres cardenales reunidos en el Vaticano para las congregaciones generales en vista del próximo cónclave le envían al unísono un devoto saludo con la expresión de gratitud renovada por todo su luminoso ministerio petrino y por su ejemplo de generosa solicitud pastoral por el bien de la Iglesia y de todo el mundo. Con su gratitud quieren expresar el agradecimiento de toda la Iglesia por su incansable trabajo en la viña del Señor. Los miembros del Colegio cardenalicio confían en sus oraciones por ellos y por toda la Iglesia.

¿QUIÉN SERÁ EL SUCESOR? (2)

viernes, 1 de marzo de 2013

PERDONA NUESTRAS OFENSAS...

Ayer, antes de retirarse Benedicto XVI, Diego Contreras escribió este comentario, que comparto plenamente, en su blog La Iglesia en la prensa.




Admito que me ha venido un nudo a la garganta al escuchar los últimos discursos de Benedicto XVI, especialmente el que dirigió esta mañana en su última audiencia general.  No me refiero solo a la emotividad por el hecho de haber podido asistir personalmente a una despedida única, sino al escucharle de nuevo dar las gracias y afirmar que nunca se ha sentido solo.

Benedicto XVI se ha ganado el afecto de la gente, pero se lo ha tenido que ganar a pulso. Ha superado muchos estereotipos; entre otros, estos: que era un “profesor” al que nadie le entendería (véase el encuentro con niños de primera comunión); que estaría encerrado en el Vaticano (24 viajes internacionales); que carecía de carisma para la juventud (tres JMJ con récord de asistencias); que era poco dialogante con otras religiones (ha llevado a nuevos niveles las relaciones con hebreos y musulmanes); y también poco abierto intelectualmente (ningún Papa antes había merecido tanta atención por parte de intelectuales no cristianos).

Benedicto XVI ha sido al final un Papa muy querido, pero también –no lo podemos olvidar- muy insultado. Con la clase que le caracteriza, no tuvo ni una palabra de reproche ni tan siquiera de suave recriminación, a pesar de que motivos no le faltaban. También fue víctima de algunas meteduras de pata e insuficiencias por parte de sus colaboradores, a las que tuvo que hacer frente personalmente. No puede ser que se vaya sin que nadie le pida públicamente perdón. (Pudo ser y fue: así somos los hombres).