Hace tres días llegué a Madrid, camino de Roma. Mañana, "si Dios y la Virgen quieren", como se dice, salgo para la Ciudad Eterna y el 6 daré una conferencia en el Congreso Mariológico Internacional que tendrá lugar en la Universidad Antonianum. Tema: La mediación materna de María y la nueva evangelización. La herencia del beato Juan Pablo II.
La parada en Madrid es de orden familiar, ya que mi madre vive aquí en una residencia de tercera edad... que, a sus años, supera ampliamente: si Dios y la Virgen lo permiten, el mes que viene cumplirá 97.
Anteayer -más vale prevenir que curar- le administré la Unción de los enfermos. No se enteró de mucho, la verdad, pero los sacramentos tienen su íntima eficacia "ex opere operato", como siempre se ha dicho para expresar la misteriosa y real cualidad por la que dan la gracia de Dios porque es el mismo Cristo quien actúa en ellos, no "mágicamente", sino divinamente.
Mi madre vive (sobrevive, mejor dicho) gracias a que en la residencia en la que se encuentra recibe cuidados maternales. Tiene varias "madres" que la asean, la levantan, la acuestan, le dan de comer y la tratan con un cariño extraordinario.
Si se tratara de una mujer que en un turno de trabajo presta esos cuidados a otra, ya sería para agradecerlo mucho. Pero que lo hagan con 110 personas es casi un milagro.
"¡Hola, cariño! ¿cómo estás?". "¡Vamos, guapura, una cucharadita más!". "No, no digas eso, maja", "Sí, enseguida estoy contigo", "Pero, ¡qué elegante te has puesto!"...
Así, horas y horas todos los días, durante un año y otro... Estas mujeres que cuidan a mi madre tienen un "don" especial, dicen.
A algunas de ellas, ayer, cuando me iba de la residencia, les di una Bendición con todo el agradecimiento del mundo. - ¡Ah, muchas gracias, Padre, pero mire que para nosotras este trabajo es un placer! Y su madre, ¡es tan buena!
Sí, y atender a la otra señora que se queja por todo; y a la que no quiere comer; y a la que se dedica a pelear con quien sea; y a la que habla sola interminablemente...
Le pregunté a una de las mujeres de dónde era: - De Ecuador. - ¿Y aquella? - De Ecuador también. - ¿Y?... - Sí, también de Ecuador.
Lo comenté con unos amigos... - Sí, me respondió uno que, como es habitual por estos lares, se refiere a "América" como un todo: - Vosotros, los sudamericanos, tenéis un don especial para tratar bien a la gente.
Quizás... En todo caso, una vez más experimento que las mujeres, de manera muy particular, saben practicar como nadie lo que Dios y la Virgen quieren: son expertas en misericordia.
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