A las tres de la tarde, una multitud participó en la Solemne Misa de la Virgen del Verdún. Es imposible acostumbrarse a esta demostración de fe y amor que, desde hace más de un siglo, se renueva cada 19 de abril.
Tuve la alegría de concelebrar la Santa Misa con el Obispo de Maldonado, mons. Rodolfo Wirz, que hoy celebra sus 70 años. Con el Obispo de Florida, mons. Martín Pérez y con su antecesor, mons. Raúl Scarrone. También participó el Obispo de Melo, mons. Heriberto Bodeant y el Obispo emérito de esa misma Diócesis, mons. Roberto Caceres, del que ya he hablado en este blog. Sólo apunto ahora que hace tres días cumplió 91 años. ¿Cómo iba a faltar a la cita con la Virgen del Verdún?
Ofrezco la homilía que pronuncié esta tarde.
Queridos hermanos que han venido de todas las partes
de nuestro Uruguay a visitar a nuestra Madre Santísima, sean bienvenidos a este
lugar que a lo largo de más de un siglo
está santificado por la presencia maternal de María y por la oración de
generaciones de hombres y mujeres orientales, que cada 19 de abril llegan al
Cerro del Verdún, para agradecerle a la Virgen tantos favores y también para
poner en sus manos, dificultades y proyectos, con la seguridad de que Ella
intercederá delante de Dios para resolverlos de la manera mejor.
Somos una representación importante de la Iglesia que
vive en el Uruguay. La devoción a la Virgen, nuestra Madre, nos une a todos sus
miembros, y a la cabeza visible de la Iglesia que es el Papa. Hace tres días
cumplió 85 años; hoy, cuando celebramos siete años desde que fuera elegido para
suceder al Beato Juan Pablo II, le agradecemos a Dios, por medio de María
Santísima, el regalo inapreciable que ha hecho a la Iglesia y al mundo dándonos
al Santo Padre Benedicto XVI: que el Señor nos lo conserve aún muchos años y
que pueda seguir llevando a todos los sitios la belleza de la Palabra de Dios,
Palabra de vida eterna.
Nos encontramos en el Tiempo Pascual, tratando de
imaginar y revivir aquellos días únicos, en los cuales Jesús Resucitado llenaba
de alegría a sus discípulos y a las santas mujeres con su presencia gloriosa.
Aquellos primeros hermanos nuestros formaban con Él y con María, la primera
Iglesia: eran la familia de los hijos de Dios. Cuando Jesús se vaya al Cielo,
comenzará entonces la Virgen a ejercer su “vida pública” como Madre de la
Iglesia: Ella es la que la mantiene compacta, la edifica continuamente.
Esta tarde, encontrándonos también “en familia”,
quisiera reflexionar unos minutos con ustedes, en la presencia de Dios y de la
Virgen, sobre una preocupación grande, que todos compartimos, que es, al mismo
tiempo, una gran esperanza: me refiero, precisamente, a la familia.
¿No es verdad que, si pensamos un poco, en la raíz de
la violencia, de la inseguridad que nos afecta a todos, en la base de muchos
comportamientos que de tan corrientes ya no son noticia sino moneda corriente en
nuestra sociedad (concubinatos, embarazos precoces, separaciones y divorcios
por completo inesperados, abortos, etcétera) encontramos una crisis de la idea
misma de lo que es la familia? ¿Cómo no nos van a preocupar estas y otras
expresiones dolorosas, que hablan por sí mismas de la debilidad que sufre la
institución familiar, que siempre ha sido y es el ámbito natural donde nacen y
crecen y se educan los hijos, que es la escuela de virtudes fundamental, en la
que aprenden a cultivar el respeto, la obediencia, la generosidad, la amistad,
el cumplimiento del propio deber…, donde deben aprender a rezar y a amar a Dios?…
(Quisiera compartir con ustedes una pequeña
confidencia. Me gusta leer y, estando en Minas, me siento obligado moralmente a
conocer mejor al gran escritor minuano que es orgullo de las letras, en nuestro
país y fuera de él: me refiero a Juan José Morosoli. He leído y disfrutado mucho
leyendo sus cuentos, y no pocas de sus conferencias. Admiro en Morosoli el
dominio que llegó a adquirir en el arte de escribir historias breves, que él
explicaba humildemente como una consecuencia de su trato atento con las
personas. Es realmente admirable. Pero, al mismo tiempo, tengo que decir:
¡cuánta ausencia de Dios se ve en los personajes de sus cuentos, de esas historias, cuánta soledad, cuántos destinos
dolorosos reflejados en hombres y mujeres que no parecen tener más horizonte en
sus vidas que el día que transcurre hoy, cómo se nota la falta de familia en
esos personajes! A su vez, y resumiendo la impresión en una frase: ¡cuánta
falta de esperanza!).
Cierro la confidencia, para decirles que, así como la
crisis de la familia es una grave preocupación de todos, sale a nuestro
encuentro algo que nos dijo el Beato Juan Pablo II cuando estuvo entre
nosotros: “son las familias cristianas
las que harán que nuestro mundo vuelva a sonreír”.
Por eso, en este día de fiesta grande, ponemos en las
manos de Nuestra Señora del Verdún la preocupación por nuestras familias y, al
mismo tiempo, la seguridad de que Ella, Madre de Dios y Madre nuestra, nos
ayudará a transformar la preocupación en
esperanza: sin esperanza, nadie puede vivir.
Los hijos de Dios somos hombres y mujeres de
esperanza: sabemos que la vida es un tiempo, breve, que tenemos para conquistar
la Vida eterna haciendo el bien; y el bien fundamental, para la inmensa mayoría
de los hombres y mujeres, se encuentra en formar y educar a los hijos, transmitiéndoles
el sentido cristiano de la existencia, de manera que ellos a su vez lo
transmitan a sus hijos.
Por eso, quisiera animar a los matrimonios, a los
padres y madres de familia, a las abuelas y abuelos, a los que tienen ya
cercano el proyecto de contraer matrimonio, quisiera animarlos a DECIR QUE SÍ y
a DECIR QUE NO.
A DECIR QUE SÍ a la fidelidad, en el noviazgo y en la vida
matrimonial; a decir que SÍ a los hijos que Dios quiera enviarles, porque ellos
son la corona y la alegría del matrimonio; a decir que SÍ al compromiso asumido
delante de Dios y de la sociedad, de ser fieles hasta que la muerte los separe;
a decirle que SÍ al trabajo de educar a los hijos como hijos de Dios. Todos
sabemos que no es fácil mantener este SÍ en todas las circunstancias, pero no
podemos olvidar que contamos con la ayuda del Cielo, que nos llega a través de
los sacramentos y por la intercesión de la Madre de Dios.
Ese decirle que SÍ a Dios y al mundo, necesariamente
trae consigo asumir también el compromiso de decirle que NO a conductas que,
por más extendidas que estén en la sociedad, son incompatibles con nuestro modo
cristiano de ver la vida.
El año pasado, en esta fiesta de la Virgen del Verdún,
les transmitía algo que sigue en el primer plano de nuestra vida nacional y que
debo repetir actualizando un par de fechas: Hoy se cumplen 7 años de la
elección del Santo Padre Benedicto XVI, como ya dije, y permanentemente él nos
invita a pensar, a usar la capacidad de nuestra razón. Decía no hace mucho: Hay tendencias culturales que tratan de
anestesiar las conciencias con motivaciones presuntuosas. Respecto al embrión
en el seno materno, la ciencia misma pone de relieve su autonomía capaz de interacción
con la madre, la coordinación de los procesos biológicos, la continuidad del
desarrollo, la creciente complejidad del organismo. No se trata de un cúmulo de
material biológico, sino de un nuevo ser vivo, dinámico y maravillosamente
ordenado, un nuevo individuo de la especie humana. Así fue Jesús en el seno de
María; así fue para cada uno de nosotros, en el seno de nuestra madre. (…) No
existe ninguna razón para no considerarlo persona desde su concepción (Vísperas
I Domingo de Adviento 2010).
En esa misma línea, hace poco más de tres años
el entonces Presidente Tabaré Vázquez, profesional médico de prestigio, vetó la
despenalización del aborto, explicando que la
ciencia revela de manera evidente (…) la realidad de la existencia de vida
humana en su etapa de gestación (…) Desde
el momento de la concepción hay allí una vida humana nueva, un nuevo ser.
Podemos preguntarnos: ¿ha cambiado la ciencia en estos tres años, de tal manera
que ese argumento científico ya no tiene valor? Continuaba el ex–Presidente: El verdadero grado de civilización de una
nación se mide por cómo se protege a los más necesitados. Por eso se debe proteger más a los más
débiles. Porque el criterio no es ya el valor del sujeto en función de los
afectos que suscita en los demás, o de la utilidad que presta, sino el valor
que resulta de su mera existencia.
Si siguiera adelante alguno de los proyectos de ley
que pretenden legalizar o despenalizar el aborto, cada uno deberá tener bien
claro en su conciencia, que aunque cien
parlamentos aprobaran una ley de ese estilo, el aborto no dejaría de ser un
gravísimo delito, una gran ofensa a Dios. Sigue en pie la propuesta que
hacía el Presidente Vázquez, a quien nombro expresamente para hacer ver que el
problema del aborto no es un asunto religioso, sino que es el más humano de los problemas: decía: para resolverlo, lo más adecuado es buscar una solución basada en la solidaridad que
permita promocionar a la mujer y a su criatura, otorgándole la libertad de poder optar por otras vías y, de esta forma,
salvar a los dos.
Decimos que NO al aborto porque afirmamos un
gran SÍ a la vida humana, el mayor de los dones recibidos de Dios. Igualmente
decimos que NO a los programas de educación, que presentan una visión puramente
biologicista de la sexualidad humana, porque pronunciamos un fuerte SÍ a favor
de los padres y madres de familia, que son los que tienen el derecho y el deber
primarios de explicar a sus hijos el
fantástico plan de Dios, que ha querido que los hombres, creados a su imagen y
semejanza, participen de su poder creador.
Decimos que NO a la pretensión de la ideología de género,
que intenta borrar las diferencias entre mujeres y hombres, porque el plan de
Dios es un definitivo SÍ a la grandeza de la mujer, hasta el punto de haber
querido encarnarse en la que veneramos siempre como LA INMACULADA.
Es obvio que no pretendemos IMPONER a nadie nuestra
creencia, pero decimos SÍ al derecho de proponerla,
serenamente, respetando otros opciones y reclamando respeto por las nuestras.
Hermanos, quisiera persuadirlos de que no es rebajando
las exigencias de nuestra fe y de las enseñanzas de la Iglesia, como
conseguiremos ayudar a que nuestra patria crezca; por el contrario, es
difundiendo con el ejemplo y con la palabra el tesoro que tenemos, como podremos
llevar a cabo el mandato de Jesucristo de ser SAL DE LA TIERRA Y LUZ DEL MUNDO.
A lo largo del día de hoy, estamos subiendo al Cerro
para ir a buscar a la Virgen
y en Ella encontraremos, como siempre, a la Madre buena que se alegra un año más de ver a sus
hijos… Junto con las intenciones que cada uno le llevará, les ruego que tengan
presente lo que acabo de decir.
Demos gracias a la Virgen del Verdún, no sólo por los favores
personales, sino por todo lo que nuestra patria ha conseguido realizar en los
dos siglos de su independencia. Al mismo tiempo, tratemos de ser cada día más dependientes de María Santísima,
rezando con devoción el Santo Rosario. En esta oración, avalada por la
experiencia de generaciones de cristianos de todo el mundo, encontraremos el
consuelo de nuestra Madre y la fortaleza que Ella tuvo para estar al pie de la
Cruz redentora de su Hijo. Que así sea.
4 comentarios:
Muchas gracias Obispo Jaime !
Son palabras llenas de Vida !
Nuevamente GRACIAS !
Ud. sabe, mi querido Don Jaime, que me cuesta no opinar. Pero esta vez me dejó sin palabras... Cualquier comentario, sobra.
Lindísima su homilía Padre Jaime.
Un abrazo fuerte de los González Köncke
Monseñor: ¡¡Ayer pude concelebrar por primera vez la Eucaristía en el Verdún!! Gracias a Dios y a su Madre. Sobre Juan José Morosoli escribí hace unos años un artículo que espero rescatar del olvido. En realidad el artículo era sobre el Poeta Olegario María Nuñez, sacerdote cuyas cenizas reposan en el Cerro, junto al Calvario. Como poeta y sacerdote Olegario supo acercarse a Morosoli el cual sintió hondamente su partida prematura (35 años, creo). Creo que en la falta de cultivo del diálogo con los poetas (buscadores de Dios, que lo son)e intelectuales de nuestra tierra, radica entre otras causas, cierta amargura general. ¡¡¡Siempre hay tiempo para evangelizar!!! En cuanto lo encuentre publico aquel artículo que involucra mucho al Verdún y lo que este lugar significó también socialmente. Un saludo afectuoso. Gabriel Palumbo
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