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domingo, 25 de marzo de 2012

SOMOS TODOS ASESINOS



Los de mi generación recordarán una película con ese título. No me pregunten de qué trataba: creo que era un alegato contra la pena de muerte, pero no recuerdo más. (Incluso no estoy seguro si la habré visto, ¡qué cosas tiene la desmemoria!). Pero el título me saltó como un resorte,  a raíz de la conmoción social que han causado los enfermeros asesinos.
          Y es que, ubicando el horror y la tragedia en el contexto de nuestros legisladores preparándose para legalizar el aborto, ¿cómo no va a responder un reflejo tan elemental?
     Mientras se buscan los responsables últimos, los que permitieron que se desatara la demencia criminal de dos hombres (sus cabezas corren peligro de guillotina política), simultáneamente se busca la estrategia adecuada, para que todos  los enfermeros puedan cortar las cabezas de los niños en el vientre de sus madres y mandarlos al otro mundo.  Me pregunto qué clase de asesinato es más repugnante.
      No soy milagrero ni providencialista, pero la coincidencia entre el macabro descubrimiento de los enfermeros asesinos y la premura por dar patente legal para que maten “a piacere” a los niños (¡por favor, Presidente Vázquez, grite las razones por las que vetó semejante aberración!),   me lleva serenamente a pensar que “casualidad” es una palabra inadecuada  para calificar la concurrencia de ambos hechos.  
     Uno de los criminales, arrepentido de lo que hizo, declaró: “me creí Dios”.  Para mí  que Dios está intentando decirnos que cambiemos de rumbo, que por ahí vamos a caer en picada, definitivamente. ¿Alguien podrá decir con orgullo: "Sí, es verdad, en Uruguay somos todos asesinos"?   

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