Algunos números redondos son vanidosillos, como solista de murga. Es el caso de este post, el número 400. Es una cifra muy redonda, cierto, pero hay que tener en cuenta que Desde el Verdún nació gordo desde el vamos, pues heredó lo que había publicado en El Clero Oriental, un blog que lancé al espacio el 12 de febrero de 2009 y lo bajé en noviembre del año siguiente, al trasladarme a Minas para desempeñar mis actuales funciones.
Tenía ganas de escribir el post 400 y no sabía bien cuál sería su contenido. Hasta que unos días atrás me llego esta foto preciosa de Lucía.
Su historia se remonta al año 1964, aunque esta niña acaba de hacer su primera Comunión. La reviví anteayer, pensando en Alfonso Nieto, gran maestro de periodistas y de vida buena. Los recuerdos se me atropellaban...
Fue en ese año cuando aterricé en España, con el propósito de estudiar Periodismo en la Universidad de Navarra. Antes de llegar a destino recalé en Barcelona, en la casa de mis tíos, Felipe y Pilar. En realidad, Felipe era tío de mi padre, hermano de mi abuelo, tío-abuelo mío. En mi casa siempre hablábamos del "tío Felipe".
Tío Felipe, como mi abuelo, al que no conocí, era andaluz, del Puerto de Santa María, en Cádiz. Al hablar zezeaba de un modo encantador. La naturaleza le había regalado un tamaño más que digno y su buen humor iba parejo con su apetito. Tía Pilar, aragonesa, era su cable a tierra: puro sentido común y excelente humor, como él, aunque más contenido. Los dos, católicos sin fisuras: rezadores, limosneros, sufridos sin alharacas... Iban a Misa diariamente, a la cripta de la Sagrada Familia, pues vivían en la calle Lepanto, a dos cuadras del famoso templo siempre en construcción. Yo empecé a acompañarlos, por el puro ejemplo que me daban.
Felipe y Pilar tuvieron cuatro hijos y una hija: Luis Felipe, militar; Tomás, ingeniero; Manolo, médico, y Pepe, que nació con un retraso cerebral. Hablaba en borrador y, apenas entendiéndolo, disfrutabas con él porque era el hombre más bueno del mundo.
Ángela, la única hija, cuando cumplió los 20 años, más o menos, dijo que quería ser monja misionera e irse al Congo. Me contaba Pilar: - Yo pensé que se le pasaría... ¡pero mírala, allá está, con los negros, feliz de la vida! Y mira que yo no tengo nada contra los negros, me aclaraba; pero, en fin, ¡que no me lo esperaba! A Ángela, que ya falleció, la conocí en Madrid, hace relativamente pocos años. Me habló de sus trabajos africanos con ilusión de novicia.
Cuando llegué a Barcelona, Tomás y yo compartíamos el cuarto. Me llamó la atención que, antes de meterse en la cama, Tomás rezaba de rodillas tres Avemarías. Empecé a imitarlo, claro.
En aquel verano de 1964, Tomás se casó con Florita, una chica buenísima, bajita y muy activa. Fue una fiesta inolvidable... En el almuerzo, en el Real Club de Tenis, estrené la costumbre española de terminar la comida con "café, copa y puro". Yo fumaba entonces Master-un americano auténtico, y desconocía por completo cómo fumar el habano que Florita, encantadora, me ofreció. El tal puro más la copa de cognac, más el calor que hacía terminaron conmigo. Punto y aparte.
El nuevo matrimonio trajo cuatro hijos al mundo: Miguel Ángel, María Elena, Javier y Carmen. Sus padres, valorando el tesoro que recibieron de tío Felipe y Pilar, los educaron también en la fe, vivida con naturalidad.
En el mes de setiembre pasado tuve la alegría de estar con toda la familia en Barcelona. Me dejó sabor a poco, fue un almuerzo y una sobremesa, nada más. No hubo copa ni puro, pero su recuerdo me ha dejado un perdurable calor de familia.
Los cuatro hijos de Tomás y Florita (Tomás ya está en el cielo, se lo ganó a pulso, estoy seguro) han continuando la tradición de la familia, en el empeño alegre de transmitir la fe a su descendencia.
Lucía es hija de María Elena; en marzo cumplirá 7 años. Su papá se llama Juan Carlos. Lucía acaba de hacer su primera Comunión, y sus padres, sus tíos y primos lo han celebrado con sencillez y por todo lo alto, como se debe. María Elena me dijo en setiembre, que rezaba todos los días para que Dios llame a alguno o a todos sus hijos a seguirlo de cerca, que les dé la vocación.
Esta es la historia del post número 400. Con unas cuantas similares cambiamos el mundo. ¿O no?
P.D.: hoy, domingo 5, me escribe María Elena. Dice que le ha pedido a Lucía que encomiende a Jesús mis intenciones. Añade que la niña, como santa Teresita, quería que nevara y que se lo decía a Jesús... Y me manda esta foto. Si Jesús le hace el mismo caso al ruego de Lucía por mis intenciones... ¡estoy salvado!
P.D.: hoy, domingo 5, me escribe María Elena. Dice que le ha pedido a Lucía que encomiende a Jesús mis intenciones. Añade que la niña, como santa Teresita, quería que nevara y que se lo decía a Jesús... Y me manda esta foto. Si Jesús le hace el mismo caso al ruego de Lucía por mis intenciones... ¡estoy salvado!
3 comentarios:
Lindo, lindo. Muy lindo.
Un abrazo
La verdad, muy linda historia. Cada blog es una grata sorpresa.
Y si Dios, no está en los niños, entonces ¿donde está Dios?
HOLA ME ENCANTO ESTA HISTORIA DE VIDA FAMILIAR Y LUCIA SEGURO ES UN ANGELITO QUE DIOS LES REGALA PARA AYUDARLES A SER MAS SANTOS ...
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