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sábado, 30 de abril de 2011

¡ESTAMOS MUY CONTENTOS!

Mañana, ¡qué día de fiesta mundial! El cielo estará muy cerca.
Estaba preguntándome qué escribir sobre la beatificación del Santo Padre Juan Pablo II, cuando me llega  NOTICIAS GLOBALES, boletín que dirige mi colega Juan Claudio Sanahuja (argentino, sacerdote, juntos estudiamos periodismo en Navarra). Su comentario, en el que ofrece referencias inéditas del amor a la vida naciente por parte del Papa santo, viene como anillo al dedo para nosotros, uruguayos, hoy y ahora. 



“Como sabéis, el 1º de mayo próximo tendré el gozo de proclamar beato al venerable Papa Juan Pablo II, mi amado predecesor. La fecha elegida es muy significativa: será el segundo domingo de Pascua, que él mismo dedicó a la Divina Misericordia, y en cuya vigilia terminó su vida terrena. Cuantos lo han conocido, cuantos lo han estimado y amado no podrán por menos que gozar con la Iglesia por este acontecimiento. ¡Estamos muy contentos!”, (Benedicto XVI, 16-01-11)


“Reaccionaremos cada vez que una vida humana esté amenazada. Cuando el carácter sagrado de la vida antes del nacimiento sea atacado, nosotros reaccionaremos (…). Cuando se hable de un niño como una carga, o se lo considere como medio para satisfacer una necesidad emocional, nosotros intervendremos...”, (Juan Pablo II, Washington, 1979)


Tres semanas en New York

Era domingo. Me encontraba en New York en la última reunión preparatoria de la Conferencia sobre Población y Desarrollo de El Cairo de 1994. Llevábamos quince días agotadores en esa interminable reunión en la que se peleaba el significado de cada una de las palabras que serían plasmadas en el borrador de documento final de la conferencia, y nos llegó desde Roma un mensaje claro del Papa: “Hoy vuelvo al Vaticano para luchar contra un proyecto concebido por las Naciones Unidas que quiere destruir a la familia…, en la Conferencia Internacional de El Cairo, convocada para septiembre de 1994. Yo digo simplemente, no. Reflexionen, conviértanse; si son Naciones Unidas, no pueden destruir”, (17-04-94).
Allí mismo, exactamente quince días antes, el día Pascua de Resurrección, en la Misión de la Santa Sede ante la ONU, nos habíamos enterado de la muerte de Jérôme Lejeune, “el más grande defensor de la vida, especialmente de la vida de los por nacer, que asumió plenamente la particular responsabilidad del científico, dispuesto a ser signo de contradicción, sin hacer caso a las presiones de la sociedad permisiva y al ostracismo del que era víctima”, dijo sobre él, años después, Juan Pablo II.
A los pocos días, el Papa, por si no lo habíamos entendido, nos ubicaba en la real dimensión de la lucha y decía: “El Papa León XIII introdujo en toda la Iglesia una oración especial a San Miguel Arcángel…os invito a todos a no olvidarla, a rezarla para obtener ayuda en esta batalla contra las fuerzas de las tinieblas”, (29-04-94).
Las palabras del Romano Pontífice y la pascua de Lejeune disiparon en mí las tentaciones de contemporizar con el lenguaje de los documentos internacionales, polivalente y traicionero, oscurecedor de la verdad, aceptable por todos y, por tanto, reinterpretable por cada uno. El lenguaje subrepticiamente venenoso de los consensos inclusivos.


“La vida vencerá” (Juan Pablo II, 30-03-01)


Por ese entonces, Juan Pablo II había alertado, hacía más de una década, en la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (1981), sobre la conspiración contra la vida y sobre los intentos de destrucción de la familia: “Las familias deben crecer en la conciencia de ser «protagonistas» de la llamada «política familiar», y asumir la responsabilidad de transformar la sociedad; de otro modo las familias serán las primeras víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con indiferencia” (n. 44).
Pasaron los años y se fueron sucediendo decenas de documentos magisteriales con los que hizo frente al proyecto hegemónico de reingeniería social anticristiana.
En 1994, publicó la Carta a las familias y, en 1995, promulgó la Encíclica Evangelium Vitae, páginas que arrojan una luz meridiana para la defensa de la vida y la familia como fundamento de la construcción de la civilización del amor. Esos dos regalos de Juan Pablo II a la humanidad, aún esperan ser estudiados y llevados a la práctica por un número considerable de clérigos y laicos.
Hasta el final de su pontificado no dejó de insistir, en que la defensa de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural es parte de la agenda de la caridad de la Iglesia, y que no debíamos temer a que esta radicalidad evangélica pudiera convertir en impopular la acción de los laicos y de la Jerarquía. No se le pasaba por alto que actuar según esa convicción podría llegar a hacer necesaria una heroicidad inesperada: “Es precisamente la obediencia a Dios -a quien sólo se debe aquel temor que es reconocimiento de su absoluta soberanía- de donde nacen la fuerza y el valor para resistir a las leyes injustas de los hombres. Es la fuerza y el valor de quien está dispuesto incluso a ir a prisión o a morir a espada, en la certeza de que ‘aquí se requiere la paciencia y la fe de los santos’ (Ap. 13, 10)”, (Carta Ap. Novo Millennio ineunte, n. 51; Enc. Evangelium vitae, n. 73)
En los comienzos de su Pontificado se había referido a la vejez diciendo: “cuando el cuerpo se convierte en un tormento”. A todas luces, en sus últimos años, padeció ese tormento y, unido a la Cruz, lo convirtió en el modo de predicar la dignidad de todos los seres humanos y en un mensaje a favor del valor de cada vida humana.
¡Estamos muy contentos! ¡Qué el lógico júbilo nos lleve, con la ayuda de la gracia, a seguir su ejemplo y su magisterio!
Juan Pablo II, ¡ruega por nosotros!

sábado, 23 de abril de 2011

¡FELICES PASCUAS!




                    MENSAJE CON MOTIVO DE LA PASCUA 2011


Nunca un lugar estuvo tan vacío como el sepulcro de Jesús en la mañana de Pascua. Se entiende bien el estupor de Pedro y Juan cuando, entrando en él, no encontraron el divino cuerpo destrozado del Señor. Vuelven a su casa desconcertados, sin saber qué pensar.


Una mujer fiel se queda junto a la tumba abierta llorando a lágrima viva, “como una Magdalena” decimos recordándola. Un ángel le pregunta el motivo de su llanto… Y será Jesús en persona, Jesús vivo, Jesús hombre triunfador sobre la muerte porque es Dios, quien querrá averiguar la causa de su tristeza: - “¿Por qué lloras, a quién buscas?”.


A la vuelta de más de veinte siglos, la pregunta llega a nosotros: ¿a quién buscas? En este Domingo de Pascua, el día más feliz de la historia, quisiéramos responderle de veras que nos proponemos buscarlo a Él, como Él quiere que lo busquemos: con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas.


¿Qué significa esto, son sólo palabras? No; basta con tratar de imitar a la Magdalena, que persevera en la búsqueda de Jesús, a quien creía muerto. Su fidelidad recibe una recompensa invalorable: escucha la voz del Señor pronunciando su nombre: - ¡María!


Nosotros, quienes creemos firmemente que Jesucristo vive para siempre, nos proponemos buscarlo -y encontrarlo- en la Eucaristía, en la oración diaria, en la meditación de sus palabras, perseverantemente, ardientemente: no dudemos de que esta fidelidad traerá consigo el privilegio de sentirnos también llamados por nuestro nombre: nadie es anónimo delante de Él.


Jesús recibió su nombre cuando fue concebido en el vientre de su Madre. Cada ser humano lo recibe también, en el Cielo, desde ese mismo instante. Sus padres lo llaman después según sus preferencias, pero su verdadero nombre, que un día conoceremos, se lo da Dios desde la eternidad. ¿Cómo va a ser abortado el proyecto divino que es cada hombre y cada mujer? ¿Cómo no cuidar con el mayor de los respetos la vida que empieza a desarrollarse en el seno materno? ¿Cómo no bendecir los pasos de una mujer que va a ser madre? ¿Cómo no ayudarla a dar a luz –a darle la luz de la vida a su hijo- con felicidad? ¿Seremos tan crueles?


Jesús Resucitado es la Vida. ¡Felices Pascuas! Que el Señor sea también, para todos y cada uno, “mi Señor”. Que María Santísima, a quien Jesús nos dio como Madre, nos ayude a perseverar en la búsqueda de su Hijo.






+ Mons. Jaime Fuentes







viernes, 22 de abril de 2011

¡VENGAN AL VERDÚN!




Hasta las 9 de la noche, cuando tendremos el Via Crucis por las calles de Minas o dentro de la Catedral si llueve, tengo un rato para contarles algunas impresiones de la fiesta grande del Verdún.



Después de la Misa de las 10 de la mañana estuve un rato saludando, saludando, saludando y agradeciendo tantísimas demostraciones de afecto. Y bendiciendo rosarios, imágenes de la Virgen y estampitas. Y recibiendo sorpresas: una chica –que luego fueron tres- con vestido largo de super fiesta de 15. Le pregunto por qué… - Porque le había prometido a la Virgen que si la fiesta salía bien iba a venir así, con el vestido. Y como salió todo bárbaro… - ¿Y vas a subir hasta arriba con tu vestido largo? No dice nada, pero su silencio equivale a un “¡obvio!”





Desde la Gruta que está en la base del Cerro, un incesante subir de gente hasta el Templete, que había empezado a las 7 de la mañana. Tuve que irme a eso de la una y volví a las 4 de la tarde. Las fotos hablan por sí mismas: la fiesta de la Virgen del Verdún es fiesta de familias enteras que llegan -termo y mate, mate y termo- a darle gracias a la Madre.



Al lado de la Gruta hay tres confesonarios que no paran de recibir penitentes. Fui hasta una carpa instalada a 100 metros de empezar la subida al Cerro. Estuve ahí dos horas y no paré un momento. – Padre, ¿me bendice a esta nena? Mi esposo y yo la adoptamos en el Pereira Rossell recién nacida y ya sabíamos que había nacido enferma. Ahora tiene 9 meses y mírela, pobrecita. ¡La queremos muchísimo! Se la traje a la Virgen, ¿sabe? – Padre, ¿me bendice?
– (Tiene unos diez años) ¿Cómo te llamás? Kevin. – Padre, ¿me puede bendecir? (Treinta años) ¿Cómo te llamás? Jonathan. – Padre… quiero que me bendiga. (¿?) – Yanina. Van pasando: Joanna, Franco, Derby, Yara… Tienen hambre de bendiciones.
A 10 metros, al costado del camino, veo una pareja joven: los dos se están calzando, después de subir y bajar con los pies desnudos. Cuando llegan a mi altura les pregunto: - ¿Qué le pidieron a la Virgen? – Que nuestro amor dure para siempre.
- ¡Padre! (El hombre tiene 50 largos). Deme su bendición, a ver si las cosas se me van arreglando. ¡Se lo dije todo a la Virgen, no me va a fallar!
- Padre, estas son las fotos de dos amigas que no pudieron venir; las dos están con cáncer y les dije que venía al Verdún a pedirle a la Virgen que las cure. ¿Me las bendice?
- Padre, bendiga a mis hijos. - ¿Y a ustedes? – Sí, claro, ¡llevamos 19 años de casados!
Viene otra pareja, maduritos los dos. - ¿Nos bendice? - ¿Se casaron?
– Todavía no, dice ella. Soy divorciada, pero antes no me casé por la Iglesia. ¿Verdad que ahora puedo? Él es soltero. – Sí, pueden, vayan a verme y hablamos. - ¿Viste? Yo te dije… Él no dijo ni pío.
– Padre, ¿puede bendecir a Matías? (Ella lo lleva en brazos). – Por supuesto. ¿Lo bautizaron? – Todavía no… -¿Ya se casaron? – Todavía no. – Bué, habrá que pensar en concretar, ¿no? – Y sí, seguro…
Dos horas, sin parar un momento. Llegaban a formarse colas de 5 o 6 personas para bendecir sus imágenes de la Virgen, los rosarios, las estampas… A las 7 y media de la tarde salía una luna tan llena que en cualquier momento iba a explotar. ¡Qué fin de fiesta! Verdún, la Virgen, el Uruguay real, católico hasta el hueso.



jueves, 21 de abril de 2011

¡VEN AL VERDÚN!

Ayer fue un día de fiesta inolvidable en el Verdún. Para mí terminó a las 7 y media de la tarde, viendo con asombro que, mientras yo bajaba del Cerro a la luz minúsucula de mi celular... ¡aún había gente que subía a estar con la Virgen! Y me vino a la memoria aquel célebre discurso de John F. Kennedy, en junio de 1963, delante del muro de Berlín: Hay mucha gente en el mundo que realmente no comprende o dice que no lo comprende cuál es la gran diferencia entre el mundo libre y el mundo comunista. ¡Díganles que vengan a Berlín! Hay algunos que dicen que el comunismo es el movimiento del futuro. ¡Díganles que vengan a Berlín!, etcétera.

Después de pasar horas dando centenares de bendiciones (no exagero), de escuchar confesiones, de presenciar un desfile ininterrumpido de familias uruguayas (padres, hijos, abuelos, nietos, primos, sobrinos...) que iban y venían rezando con sosiego y con mucha fe... Después de todo esto pensaba: Si alguien dice que en Uruguay no hay fe, ¡que venga al Verdún! Si alguien piensa que vive en un país laicista, ¡que venga al Verdún! Si cree que la religión católica no da para más, ¡venga al Verdún! Y un largo etcétera...
Estamos en Semana Santa y hay mucho que hacer, se imaginan. No me da el tiempo para una crónica. Reproduzco la homilía que pronuncié ayer, a las 10 de la mañana, en la Misa solemne que celebré en la Gruta de la base del Cerro. La foto es del Obispo de Melo, mons. Bodeant, que concelebró la Santa Misa: expresa a la perfección el espíritu de los peregrinos. Si quieres aprender a sacrificarte sin aspavientos, ¡ven al Verdún!


Es Martes Santo. Jesús está reunido con sus apóstoles en el Cenáculo de Jerusalén y les habla en un tono como nunca lo había hecho. Se refiere a su partida de este mundo, habla de la traición de uno de ellos… Los apóstoles no entienden…



¿Estaría presente la Virgen en la Última Cena del Señor? Es muy posible que sí, que estuviera en silencio, en un lugar cercano, acompañada por otras mujeres que seguían a Jesús. ¡Cómo serían los latidos de su Corazón al escuchar a su Hijo!

Dios quiso que la Virgen participara plenamente en la obra de nuestra redención. En consecuencia, tuvo que seguir los pasos de Jesús: vivir la pobreza en el nacimiento, en Belén; la vida oculta en Nazaret; el momento en que Jesús manifestó su divinidad, en Caná; y todo lo que sufrió cuando iba camino de la Cruz y cuando Jesús murió en ella. Después, toda la felicidad: para siempre, en el Cielo, junto a su Hijo.


María Santísima nos precedió en la imitación de Jesús y su glorificación en el Cielo es la esperanza firme de que también nosotros podremos llegar a ella. La Virgen no se va al Cielo para desentenderse de nosotros: TODO LO CONTRARIO. Cuando estaba el pie de la Cruz Jesús nos la entregó por Madre y desde entonces Ella cuida de cada uno de sus hijos como si fuera el único que tiene…
Una muestra evidente de sus desvelos maternales es esta fiesta de hoy, que tiene un marco muy especial que es necesario destacar.
En nuestra patria estamos festejando los 200 años desde que comenzó el proceso de emancipación, que culminó con la declaración de nuestra independencia. Rendimos homenaje a aquellos hombres y mujeres que lucharon por ese ideal de formar el pueblo libre que somos hoy. Y todos nosotros, que hemos venido a venerar a nuestra Madre, la Virgen del Verdún, lo hacemos con un profundo sentimiento de gratitud: porque hoy se cumplen nada menos que 110 años desde que fue bendecida esta imagen de la Purísima Concepción que se levanta en la cumbre del Cerro. Celebramos 200 años del proceso de nuestra independencia; y con el mismo y aún mayor fervor, celebramos 110 años de nuestra dependencia de la Madre de Dios y Madre nuestra que desde su Cerro del Verdún intercede por sus hijos uruguayos.


¿Cómo ha sido posible este fenómeno de piedad nacional, que se ha verificado a lo largo de tantas generaciones de nuestro pueblo? ¿Qué pasó en este lugar, para que mujeres y hombres uruguayos vengan a él cada 19 de abril a buscar a la Madre, para agradecerle, para rogarle?... ¿Quiso aparecerse aquí, como lo ha hecho en otros lugares del mundo, como Lourdes o Fátima? No, no ha habido ningún hecho extraordinario. Sin embargo, todos tenemos experiencias indudables de la intervención maternal de María Santísima en nuestra vida: se trata de favores menudos o grandes, de solución de problemas personales o familiares de salud, de trabajo, de amores… En fin, se trata de toda la gama de necesidades concretas que cualquier hijo confía a su Madre, con la seguridad de que ella encontrará el modo de resolverlos. En definitiva, todos somos deudores de gratitud a la Virgen, que interviene ordinariamente y hasta de modo extraordinario, si hace falta, en nuestra vida. Por eso, hoy le decimos GRACIAS DE CORAZÓN.


Al mismo tiempo, conscientes de que somos herederos de una tradición riquísima de piedad mariana, sentimos el deber de continuar transmitiéndola a los hijos, a los nietos, a los amigos… Han pasado 110 años desde que una peregrinación de más de 3.000 personas, presidida por Monseñor Mariano Soler llegaron aquí y veneraron a la Virgen por primera vez. La idea de colocar la imagen fue de un sacerdote, el P. José de Luca, que transmitió su ilusión a los propietarios del Cerro, el matrimonio formado por don Pedro Dartayete y doña María Ariza. Ellos aceptaron encantados la idea y, además de donar estos terrenos, colaboraron con entusiasmo en la obra de edificación del templete. Les damos las gracias…


En setiembre del año 1900, el periódico de Minas “La Paz católica” adelantaba el motivo por el que se iba a colocar la imagen de la Virgen en el Cerro del Verdún: Será un cristiano recuerdo del siglo XIX y en los albores del XX. Será un homenaje a Cristo Redentor y a su Inmaculada Madre, y el primer acto de esta índole que se realiza en la República y que honra mucho a nuestro departamento.
Corría el año 1901, se estaba estrenando el siglo XX, y nuestro joven país entraba ya por los caminos del desarrollo económico y social, no sin dificultades sangrientas como las revoluciones de 1903 y 1904. En el plano de las ideas, es la época del racionalismo, del liberalismo, de un espíritu anti clerical que terminaría en la completa separación de la Iglesia y el Estado, en 1917.


Han pasado 110 años y la historia de nuestra sociedad uruguaya ha conocido épocas mejoras y peores que no es del caso profundizar aquí y ahora. Pero sí hay que decir que la Iglesia, que formamos todos los hijos de Dios que hemos recibido en ella el santo bautismo, en cada periodo de nuestra historia hemos encontrado en la Virgen, Madre de la Iglesia, fortaleza y serenidad, apoyo y esperanza.


Hoy estamos en uno de esos momentos en los que el recurso a la Virgen se hace especialmente necesario. No podemos olvidar cómo el Papa Juan Pablo II, que dentro de pocos días va a ser proclamado Beato, nos animaba en su Carta sobre el Rosario a rezarlo con fe, pidiéndole a la Santísima Virgen por dos intenciones particulares: la paz en el mundo y la familia. Quisiera encomendarle a Nuestra Madre del Verdún, que cuide a nuestras familias y, más aún, que interceda por la misma institución de la familia, que es la base de la sociedad.


Estamos en un momento en el que se hace necesario tener claridad de juicio, sabiduría, ya que de distintas maneras, de hecho –no juzgo las intenciones- la familia es fuertemente agredida. En primer lugar, es urgente defender la familia, porque una ley pretende dar carta libre a que cualquier madre pueda eliminar al hijo que lleva en su vientre.
Es importante reflexionar. Hoy se cumplen 6 años de la elección del Santo Padre Benedicto XVI –que la Virgen nos lo conserve muchos años más- que permanentemente nos invita a pensar. Decía el año pasado: Hay tendencias culturales que tratan de anestesiar las conciencias con motivaciones presuntuosas. Respecto al embrión en el seno materno, la ciencia misma pone de relieve su autonomía capaz de interacción con la madre, la coordinación de los procesos biológicos, la continuidad del desarrollo, la creciente complejidad del organismo. No se trata de un cúmulo de material biológico, sino de un nuevo ser vivo, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo individuo de la especie humana. Así fue Jesús en el seno de María; así fue para cada uno de nosotros, en el seno de nuestra madre. (…) No existe ninguna razón para no considerarlo persona desde su concepción (Vísperas I Domingo de Adviento 2010).


En esa misma línea, hace poco más de dos años el entonces Presidente Tabaré Vázquez, profesional médico de prestigio, vetó la despenalización del aborto, explicando que la ciencia revela de manera evidente (…) la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de gestación (…) Desde el momento de la concepción hay allí una vida humana nueva, un nuevo ser. Podemos preguntarnos: ¿ha cambiado la ciencia en estos dos años, de tal manera que ese argumento científico ya no tiene valor? Continuaba el ex –Presidente: El verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los más necesitados. Por eso se debe proteger más a los más débiles. Porque el criterio no es ya el valor del sujeto en función de los afectos que suscita en los demás, o de la utilidad que presta, sino el valor que resulta de su mera existencia.


Si siguiera adelante este proyecto de ley que se encuentra a estudio en nuestro Parlamento, cada uno deberá tener bien claro en su conciencia, que aunque cien parlamentos aprobaran una ley de ese estilo, el aborto no dejaría de ser un gravísimo delito, una gran ofensa a Dios. Sigue en pie la propuesta que hacía el Presidente Vázquez, a quien nombro expresamente para hacer ver que el problema del aborto no es un asunto religioso, sino que es el más humano de los problemas: decía: para resolverlo, lo más adecuado es buscar una solución basada en la solidaridad que permita promocionar a la mujer y a su criatura, otorgándole la libertad de poder optar por otras vías y, de esta forma, salvar a los dos.


Trabajar en defensa de la familia quiere decir también respetar su principio básico, que es el matrimonio. El matrimonio ha sido, es y siempre será exclusivamente la unión conyugal entre un hombre y una mujer, que comparten su vida formando una comunidad de amor abierta a la generación de nuevas vidas. Que haya otro tipo de uniones y que la ley vea oportuno regularlas es otro tema, pero sería una profunda ofensa cívica pretender igualarlas con el matrimonio. Matrimonio viene de MATRIS, madre, y MUNUS, oficio, papel… Matrimonio, por propia definición, es apertura a la maternidad.


Le pido a la Virgen que nuestros gobernantes tengan sabiduría, que piensen en el verdadero bien de los ciudadanos, sin dejarse influir por corrientes ideológicas promovidas por organizaciones internacionales que juzgan a las personas según sus cálculos de beneficios económicos. Al mismo tiempo, le encomendamos a nuestra Madre del Cielo que nos dé fuerza apostólica para saber no sólo resistir, sino para difundir con claridad, serenamente y sin agresividad, el patrimonio invalorable de nuestra fe.


No queremos imponer a nadie nuestra visión de la vida; sí queremos y debemos proponerla con la convicción de que en ella se encuentra un tesoro de inagotable valor, que ha engendrado y sigue engendrando, en nuestro país como en todo el mundo, hombres y mujeres íntegros, comprensivos, sacrificados, generosos, que se preocupan por el bien de los demás, que entienden la existencia como el tiempo que Dios nos da para conocerlo, amarlo y servirlo, para ser útiles a los demás y conquistar con su ayuda la vida para siempre.


Cuidemos la institución familiar y cuidemos la propia familia. El 1º de abril de 1987, en la inolvidable Misa celebrada en Tres Cruces, el papa Juan Pablo II nos decía: Ante las dificultades que puedan surgir dentro de la vida conyugal, no os dejéis desorientar por el fácil expediente del divorcio que sólo da apariencias de solución, pues en realidad se limita a trasladar los problemas, agravándolos, hacia otros ámbitos. Los cristianos saben que el matrimonio, indisoluble por naturaleza, ha sido santificado por Cristo, haciéndolo participar del amor fiel e indestructible entre El y su Iglesia (Ef 5, 32). Frente a las tensiones y conflictos que puedan aparecer, sobre todo cuando la familia está envuelta por un clima impregnado de permisividad y hedonismo, recuerde que está llamada por el Dios de la paz a hacer la experiencia gozosa y renovadora de la reconciliación, esto es, de la comunión reconstruida, de la unidad nuevamente encontrada. De manera especial, mediante la participación en el sacramento de la reconciliación y en la comunión del Cuerpo de Cristo, las familias cristianas encontrarán la fuerza y la gracia necesaria para superar los obstáculos que atentan a su unidad, no olvidando además que el verdadero amor se acrisola en el sufrimiento. Un año más tarde, cuando volvió a nuestro país, insistía: ¡La fidelidad no se ha pasado de moda! Podéis estar seguros de que son las familias verdaderamente cristianas las que harán que nuestro mundo vuelva a sonreír.


A lo largo del día de hoy, subiremos el Cerro para ir a buscar a la Virgen y en Ella encontraremos, como siempre, a la Madre buena que se alegra un año más de ver a sus hijos… Junto con las intenciones que cada uno le llevará, les ruego que tengan presente lo que acabo de decir. Tenemos mucho que hacer: estamos celebrando el Bicentenario del proceso de independencia de nuestra patria. Demos gracias a la Virgen del Verdún por lo que hemos logrado como país en estos dos siglos y por los 110 años de cuidados maternales que ella brinda a sus hijos uruguayos en este lugar. Quisiéramos que hoy fuera un día para comprometernos en tener una dependencia aún mayor con la Virgen, con la seguridad de que su Inmaculado Corazón triunfará, como Ella lo aseguró en Fátima.


Que Ella nos lleve a Jesucristo, Nuestro Señor, Príncipe de la Paz y Rey del universo. Que así sea.

jueves, 14 de abril de 2011

110 AÑOS PEREGRINANDO CON MARÍA AL ENCUENTRO CON JESÚS

Este es el lema que el Martes 19 de abril, fiesta de Nuestra Señora del Verdún, convoca a los uruguayos. Los esperamos a todos con gran alegría. Queremos rezar juntos a nuestra Madre: debemos agradecerle tantos favores grandes y chicos, y pedirle especialmente que proteja a las familias uruguayas y a la misma institución familiar.


                                                 PROGRAMA



8.00    Subida al Templete rezando el Via Crucis

10.00   Misa Solemne en la Gruta, al pie del Cerro.

12.00   Procesión desde la Gruta a la cumbre, rezando el Rosario. Santa Misa en el Templete. Ofrenda floral a la Virgen.

15.00   Misa por la familia en la Gruta. Bendición delas familias.

16.00   En la Gruta, homenaje folklórico a la Virgen.

18.00   Fin de fiesta. Último ascenso al Templete con procesión de banderas y rezo del Angelus.

De 9.00 a 19.00, cerca de la Gruta y en el camino de ascenso al Templete, habrá sacerdotes confesando.  

domingo, 10 de abril de 2011

ENTRE DISCEPOLO Y PASCAL



Está en la calle que, si prospera un proyecto de ley impulsado desde el Frente Amplio, se modificará el Código Civil sustituyendo las palabras “hombre y “mujer” por “contrayentes”. De este modo, las uniones entre homosexuales, lesbianas y transexuales serán equiparadas al matrimonio.

También se sabe que el gobierno ha llegado a un acuerdo para que cualquier madre que no quiera tener al hijo que está en su vientre, pueda matarlo con todas las de la ley.

A su vez, los legisladores están considerando tres proyectos distintos para permitir el cultivo doméstico de la marihuana.

¿Qué decir de estas iniciativas? En agosto pasado falleció en Nueva York Tony Judt, historiador judío británico de renombre. Judt escribió su último libro dictándolo con un enorme esfuerzo, por la esclerosis lateral que padecía desde dos años atrás. Sentía que debía transmitir un mensaje urgente. Era un llamamiento que sintetizó en el título de esa obra: Algo va mal. Su diagnóstico puede ser aceptado o criticado en ciertos aspectos, pero en definitiva viene a decir: lo que va mal es el enfoque básico de la convivencia humana.

Los proyectos de ley mencionados sintonizan, en mi opinión, con el diagnóstico de Judt. El bienestar económico puede narcotizar la inteligencia, impidiendo ponerse a pensar sobre el sentido de la vida humana. Las consecuencias serán irremediablemente fatales, como ya lo estamos sufriendo.

Baste un ejemplo. En La evolución del divorcio en Uruguay (1950-1995), Wanda Cabella, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UDELAR, concluye: nada se sabe acerca de cómo están siendo absorbidos los costos sociales de la expansión del divorcio y sobre qué sectores están recayendo los mismos. En principio, cabe suponer que son las propias redes familiares las que asumen estos costos, ya que las nuevas problemáticas familiares no han sido acompañadas hasta el momento de políticas públicas tendientes a contrarrestar sus consecuencias sociales. Si bien el aumento del divorcio genera inquietud, el debate sobre las eventuales consecuencias que un mayor número de disoluciones conyugales pueda acarrear a nivel social es un tema que no figura en la agenda pública. En este sentido, Filgueira (1996) ha hecho notar que la creciente inestabilidad de las familias (incremento de las uniones informales, divorcios, familias reconstituidas, socialización a cargo de un sólo padre) estaría afectando la renovación del capital social, y, en consecuencia, menoscabando el papel que tradicionalmente ha cumplido la familia en la integración social de nuestro país.

Son conceptos serios, serenos, que exigen tomas de postura de igual calidad: si la legalización del divorcio en Uruguay ha traído lo que ha traído, ¿no deberá estudiarse a fondo la decisión de equiparar las uniones homosexuales con el matrimonio? Si el aborto es un asesinato, como lo demostró científicamente el Dr. Tabaré Vázquez, y por ello “un mal social”, ¿no están obligados los legisladores a repensar las gravísimas consecuencias que tendrá su legalización? Sobre la marihuana para consumo doméstico, Discépolo, que profetizó sabiamente el siglo XX como cambalache, ¿qué diría del XXI?

En la década del 70, mis hermanas, Marga y Betty, le cantaban a la vida: aunque nazcas pobre te traigo también, se precisan niños para amanecer. Hoy estamos decidiendo matarlos. ¿Qué nos ha pasado?

Me parece que es imprescindible volver a pensar y entender a fondo, lo que escribió Pascal: El hombre es infinitamente más que el hombre. Y sacar las consecuencias, naturalmente.












sábado, 2 de abril de 2011

6 AÑOS DE SU PARTIDA. JUAN PABLO II, RUEGA POR URUGUAY.



Hoy hace 6 años que Juan Pablo II se nos fue al cielo. Esta fotografía suya, rezando en su capilla privada durante el Via Crucis de su último Viernes Santo, pocos días antes de fallecer, la tomó Arturo Mari, su fotógrafo personal. Dice Mari que es su foto preferida: “Veo ahí todo su pontificado, con el enorme trabajo realizado, su oración, su sufrimiento y su devoción a Cristo crucificado”.



Motivos para sufrir, Juan Pablo II los tuvo de sobra. El mayor de ellos, la cultura de la muerte que se extendía y sigue extendiéndose por el mundo, Uruguay tristemente incluido. El Papa que visitó dos veces nuestro país y que será beatificado dentro de un mes, escribió en su encíclica sobre El Evangelio de la vida:


“Amplios estratos de la opinión pública justifican algunos delitos contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual, y pretenden con este presupuesto no sólo su impunidad, sino incluso la autorización del Estado para poder practicarlos con absoluta libertad e incluso con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias”.


Un poco después explicaba que "la cultura de la muerte está promovida activamente por poderosas corrientes culturales, económicas y políticas, portadoras de una concepción eficientista de la sociedad. Se puede hablar realmente de una guerra de los poderosos contra los débiles: se considera inútil la vida, que exigiría más acogida, amor y cuidado y se la considera como un peso insoportable y por tanto se la rechaza de muchas maneras".


¿Es posible describir con más claridad lo que estamos sufriendo hoy en Uruguay? Legalizar el aborto, ¿es o no es promover la cultura de la muerte?