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miércoles, 30 de marzo de 2011

HACIENDO BIEN LOS DEBERES

Hoy dice la prensa que se ha llegado a un acuerdo entre los que patrocinan el aborto y que se presentará al Parlamento un solo proyecto de ley. Como el propósito gubernamental es legalizar el aborto o sí o sí, a pesar del veto científico con el que lo prohibió el Dr. Tabaré Vázquez, al menos es interesante conocer qué hay atrás de todo esto. Reproduzco un artículo publicado en junio del año pasado en L'Osservatore Romano, edición italiana (28-29 de junio).  Es apenas una hilacha de una gran trama imperialista.

El grupo G8 y la “salud reproductiva”


                                    
                                  Los que defienden a las mujeres
                                                                             Emanuele Rizzardi

Los grandes lobbies y las agencias de las Naciones Unidas que promueven la planificación familiar y el aborto, han conseguido que el Grupo de los 8 (G 8) reunidos en Canadá, adopten la Muskoka Initiative para la “salud de las madres, de los recién nacidos y de los niños menores de cinco años”. Por primera vez en la historia del Grupo entraron en la agenda la “salud reproductiva” y la mortalidad materna: los 8 grandes se han comprometido a agregar mil millones de dólares a los 4, 1 ya asignados para eliminar el flagelo de las muertes relacionadas con la maternidad.

En realidad, detrás de este objetivo ampliamente compartido, se oculta una vez más la intención de difundir el aborto “seguro” y los programas de planificación familiar en los países en desarrollo. Todo se ha hecho distorsionando las estadísticas y haciendo caso omiso de los aspectos científicos.

El proyecto tiene una larga historia: en el año 2000 los jefes de Estado y de Gobierno se comprometieron con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) para reducir el flagelo de la mortalidad materna en un 75 por ciento en un plazo de 15 años. Ahora, a menos de cinco años de la ambiciosa meta, los organismos de la ONU dicen que esa meta está todavía lejana. Ese es el leitmotiv de la sede de la ONU en Nueva York y se mueven con el objetivo de promover una acción más coordinada entre los agencias, los gobiernos y las fundaciones privadas, y aumentando la financiación a las organizaciones no gubernamentales (ONG) que trabajan en el campo de la salud para las mujeres.

El objetivo se ha alcanzado en buena medida: durante los próximos cinco años, la Muskoka Initiative espera manejar más de 10 mil millones de dólares, incluidas las donaciones de los Estados y de las fundaciones privadas (Fundación Bill y Melinda Gates, la Fundación Hewlett, Rockefeller y otros). Pero ¿para qué?

Según el informe 2010 Count Down to 2015 Decade Report de la Organización Mundial de la Salud, el 71% de las causas de muerte de las mujeres que dan a luz un hijo son las hemorragias, la hipertensión y el Sida. Las complicaciones post aborto, en cambio, representan solamente el 9 por ciento. La lógica diría que los esfuerzos económicos tendrían que concentrarse en la formación de un mayor número de personal obstétrico especializado, con el fin de que también las mujeres de países subdesarrollados puedan ser asistidas durante el parto, además de contar con el suministro de drogas, antibióticos y antirretrovirales. Varios estudios recientes demuestran que estas medidas específicas son más eficaces para reducir la tasa de mortalidad materna.

La Muskoka Initiative, en cambio, se concentra en los “servicios y cuidados universales para la salud sexual y reproductiva, incluida la planificación familiar voluntaria”, en los servicios que presta para el aborto “seguro” y la información para las adolescentes y las mujeres que quieren alcanzar el “nivel deseado” de acceso a los instrumentos de planificación familiar.

Son pocos los que conocen que el clima de gran urgencia, con el que los jefes de Estado y de gobierno de las economías más grandes del mundo han afrontado en Moskoka el problema de la salud de la mujer, ha estado alimentado por fuertes presiones económicas y se basa en datos estadísticos muy discutidos.

En el pasado mes de abril, la prestigiosa revista británica The Lancet publicó un estudio sobre las tendencias de la mortalidad materna, que evidenciaba cómo los datos utilizados hasta ese momento por las principales agencias de la ONU eran obsoletos e inadecuados para representar correctamente y científicamente la realidad. Las muertes de las madres continúan disminuyendo desde 1980, y hoy en el mundo mueren 342.900 mujeres al año (60.000 de Sida) y no más de 500.000, como sostenían Unicef, la OMS y el Banco Mundial. El estudio, además, no menciona el aborto "seguro" como una forma de reducir las muertes entre las embarazadas.

Richard Horton, editor de la revista británica, denunció al New York Times que había recibido presiones de grupos pro-aborto pidiendo un aplazamiento de la publicación del artículo, al menos hasta 2011. Obviamente los datos, científicamente concluyentes, podrían haber afectado las negociaciones de las cuatro conferencias internacionales de este año que están tratando los temas de salud de las mujeres y la mortalidad maternal. En efecto, mientras que las Comisiones de la ONU de marzo y abril sobre el estado de las mujeres y sobre Población y desarrollo no tocaron el tema, el artículo de The Lancet influyó en la conferencia pro-aborto Women Delivery, que tuvo lugar en Washington a comienzos de junio, en la cual los organizadores –Ipas, IPPPF- y Católicas por el derecho a decidir- recogieron solamente 1,5 mil millones de dólares de los 12 que se habían propuesto.

El alcance del estudio de The Lancet ha sido minimizado por Thoraia Obaid, directora del Fondo de las Naciones Unidas para la Población (UNFPA), diciendo que "las estimaciones son estimaciones", y negando que haya diferencias entre el estudio de la revista científica y los números usados por la ONU. Las agencias de las Naciones Unidas y las ONG, después de este impasse, han reemprendido enseguida sus campañas masivas, cara a la conferencia de revisión de los Objetivos del Milenio. “Una promesa es una promesa”, es el último slogan que la IPPF dirige a los Estados, para alcanzar antes del 2015 el acceso universal a la “salud reproductiva”.


  

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