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jueves, 14 de enero de 2010

SI DIOS LO QUIERE ASÍ

La verdad es que no puedo acostumbrarme a esa maravilla que en nuestra fe católica llamamos la Comunión de los Santos. Lo digo porque el sábado 9, a la una del mediodía, como estaba previsto, celebré en Tres Cantos la Misa por el alma de mi padre y de mi hermano Carlos, y después fuimos a almorzar en la casa de mi hermana Betty, y después ella desenfundó la guitarra y, reviviendo antiguos tiempos, cantamos folklore argentino, uruguayo y mexicano, y resucitamos canciones que nos llevaron a los años de la adolescencia.
La Comunión de los Santos no es una realidad "virtual", por así decir, sino una experiencia de fe que, en ocasiones como la del sábado, se manifiesta en paz y en serena alegría. En otra época, el luto por un difunto era de negro riguroso y duraba meses, más en el caso de las mujeres que en el de los hombres. Y no se podía cantar... Costumbres que han cambiado. Pero lo esencial -la esperanza cierta de que mi padre y mi hermano gozarán de la visión de Dios- no puede cambiar: entre los que se han ido y los que seguimos en la brecha hay un real intercambio de ayudas mutuas que, el sábado, se desbordó en canciones.
Pero aún hay más. A la 1.10 de la madrugada del domingo dejé España con dos grados bajo cero y, doce horas más tarde, Montevideo me recibió con un abrazo más que caluroso: 35 grados. Esto es lo de menos. Lo importante ocurrió a las ocho de la tarde, cuando me llamó por teléfono mi prima Elena para darme la noticia de que acababa de fallecer Lidia, hermana de mi madre que tenía 83 años y llevaba seis meses enferma. Me quedé desconcertado: mi padre, mi hermano, mi tía... o, mejor, poniéndome en el lugar de mi madre: su esposo, su hijo y su hermana se marcharon de este mundo en menos de tres semanas.
Esperé al lunes para llamar a mi madre. Le recordé que "Tete" (apodo de Lidia) iba siempre a Misa a San Juan Bautista, y que ese domingo habíamos celebrado el Bautismo del Señor, y que ella también se había ido al Cielo... Hubo un momento de silencio del otro lado, y enseguida su voz, con mucha paz: -¡Qué cosas misteriosas están ocurriendo en nuestra familia!, ¿verdad? Bueno, si Dios lo quiere así...
Cuando terminamos de hablar abrí el correo y me encontré con la foto que les ofrezco: una amiga argentina de mi hermana Marga me la mandó de regalo, explicándome que son las manos de su madre. Creo que ellas solas explican con exactitud la Comunión de los Santos.

3 comentarios:

Marga Fuentes dijo...

Enseguida de leer tu mail invitándome a ver tu blog, vine volando. Hace muchos días que no abro ni mi blog pero este post tan emotivo, esta foto de las manos de la madre de Alicia María me han emocionado.
Nuestra tía también se fue el domingo, uno detrás de otro. ¿Qué está pasando? No me da el tiempo de hacer el duelo por ninguno de los seres queridos. Será que es la primera vez que nos toca vivir de cerca la falta de seres queridos en nuestra familia. Ya estaba acostumbrada a que todos éramos longevos y que nunca íbamos a dejar este mundo.
Me gustó mucho este post de hoy.
Un abrazo, Jaime,

Alicia María Abatilli dijo...

Gracias, Jaime.

Cambios que no siempre son fáciles de aceptar tocan vivir.
Ojalá la aceptación sea plena de serenidad.
Un abrazo.
Alicia

JAIME FUENTES dijo...

Muy querido Luis: mil gracias por estas palabras tan expresivas y llenas de fe y por su amistad. Nos encontramos cada día en la Santa Misa. Espero que el Señor nos dé también la oportunidad de vernos otra vez y de darnos un abrazo que ahora es solamente virtual..., pero lleno de afecto.
Jaime Fuentes