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jueves, 23 de abril de 2009

EL PRESIDENTE

A mi amigo Rom (se llama Romualdo y somos amigos de toda la vida) lo encontré ayer muy enojado. El motivo, se imaginan, era todo eso que ahora empieza a saberse sobre el presidente del Paraguay. No sé si hice bien cuando animé a Rom a escribir… En todo caso, como le prometí ponerlo en mi blog, aquí está lo que acaba de enviarme.

El caso de Lugo es, por una parte, tan vulgar que apenas da de sí para algún comentario: que lo diga Clinton, que lo diga Menem, que lo diga Alan García, que lo diga Fidel, por nombrar a unos pocos botones de muestra. Pero, por otro lado, lo de Lugo es muy diferente: se trata de un traidor.
Lugo es traidor porque no respondió a la confianza que tuvo con él la Iglesia Católica. Lugo es un traidor superlativo, porque, sirviéndose de su rango eclesiástico, engañó a no se sabe cuántas mujeres. Lugo es también un gran traidor de los hombres y mujeres que lo votaron, porque, creyéndole, esperaban que eliminaría la corrupción y ahora caen en la cuenta de que es el mayor de los corruptos.
Lugo, por traidor, debería ir a la cárcel entrando en ella con honores. Reunido el pueblo paraguayo en la principal avenida de Asunción, abrirá un estrecho corredor para recibir a su ex presidente. Suéltese entonces al traidor donde arranca la avenida, y déle una mujer un primer puntapié en el lugo, al que seguirá otro, y otro, y otro más, hasta que llegue, sin apuro, al final del recorrido. Aquí estará esperándolo el coche celular, que lo trasladará a la cárcel.
La Justicia decidirá la pena que corresponde al traidor. En todo caso, para que no olvide su pasado y como muestra de misericordia con él, durante los años de su condena deberá recitar cincuenta veces al día el Salmo 50: “… Reconozco mi delito y mi pecado está de continuo ante mí…”

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin comentarios.
Sólo que aquí en la Tierra nadie tiene "el poder" para juzgar. Si bien en calidad de cristianos, catolicos, o simplemente personas nos rechina nos hace ruido este tipo de actitudes, considero que el único que evaluará su acción será el mismo Dios.
Por otra parte, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Daniel Iglesias Grèzes dijo...

Estimado Anónimo:

Su comentario revela una mala comprensión de la famosa frase de Jesús: "No juzguéis y no seréis juzgados." El sentido de esa frase lo explica enseguida el mismo Jesús: "No condenéis y no seréis condenados. Con la misma vara que midáis, seréis medidos", etc.

Es decir, no se trata de que debamos renunciar a nuestro derecho y deber de hacer juicios sobre la moralidad de los actos humanos y de actuar en consecuencia. Se trata de que no debemos pretender usurpar el lugar de Dios, único Juez absoluto de las almas. Nuestros juicios sobre las personas, inevitables y aún deseables, deben ser siempre provisionales, hechos con misericordia y dejando espacio para el perdón.

Eso es muy distinto que esa teología "perdonatutti" que no se inmuta ni reacciona siquiera ante los mayores crímenes.

En cuanto a su última frase, comento que todos los hombres somos pecadores, pero no todos han cometido fornicación o adulterio. Llamemos a las cosas por su nombre.

Daniel (que etimológicamente significa "Dios es mi Juez").

alicia dijo...

Creo que ambos comentarios son válidos, de acuerdo a como se mire cada uno de ellos, porque tenemos el derecho a opinar, pero creo firmemente al igual que lo cree Daniel que " no podemos ni debemos renunciar a nuestro derecho de hacer juicios sobre la moralidad de los actos , pero que además debemos actuar en consecuencia". Creo que " Anónimo " comete un error en su afirmación " en la tierra nadie tiene el poder para juzgar ", por supuesto que lo tienen, los jueces, hay una justicia terrenal que justa o injustamente tiene el poder de juzgar , de decidir sobre los seres humanos .