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miércoles, 4 de marzo de 2009

HORAS NON NUMERO NISI SERENAS


En los antiguos relojes de sol solía colocarse esta leyenda en latín: "solamente cuento las horas serenas". Estas eran, obviamente, nada más que las horas de luz, las únicas que, gracias al sol, podían marcar aquellos viejos relojes.

El sofisticado aparato de hoy marca las horas, los minutos, los segundos y hasta sus décimas partes, sin importarle soles, ni lunas, ni tormentas ni atardeceres: es, sin duda, un reloj eficaz. Al mirarlo, sin embargo, la sensación que provoca no es precisamente de serenidad, sino más bien de aceleración y desasosiego... Entonces, que hace ahí, en el arranque de este blog?

Está ahí porque a mi, al menos, me sirve de"despertador". Por contraste, claro. Ese imparable y exacto reloj me recuerda que, más que eficacia puntual y ejecutiva, lo que la gente espera encontrar en el sacerdote es un poco de serenidad, que es decir, calma, paz, esperanza, alivio...

No es fácil, como el reloj de sol, contar sólo esas horas. Pero con la ayuda de Dios que te serena en la oración y con un poco de esfuerzo, me parece que se puede. En todo caso, consuela aquello que se cuenta (no me acuerdo cuándo lo leí) de un santo tan dulce como san Francisco de Sales: cuando falleció se descubrieron en su escritorio las innegables huellas de sus uñas, con las que descargaba la tensión que le provocaban tantos interlocutores a los que, naturalmente, daba serenidad...

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