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sábado, 28 de marzo de 2009

ESO DE LAS PRIORIDADES...

Leí y releí la Carta de Benedicto XVI en la que explica por qué levantó la excomunión a los cuatro obispos lefebvristas. No sé qué admirar más, si la transparencia llena de humildad del Papa, que reconoce sus eventuales equivocaciones de información (¿y los que deberían asesorarle?...: es otro tema), o su finísima sensibilidad de Pastor de toda la Iglesia, que le llevó a tomar esa decisión, o... Hay mucho para comentar. En todo caso, leo y medito lo que dice sobre las prioridades que tiene la Iglesia, y trato de pedir ayuda al Cielo para que la admiración se me convierta en realidad concreta. Destaco en el texto lo que subrayé para mí un montón de veces.
"Creo haber señalado las prioridades de mi Pontificado en los discursos que pronuncié en sus comienzos. Lo que dije entonces sigue siendo de manera inalterable mi línea directiva. La primera prioridad para el Sucesor de Pedro fue fijada por el Señor en el Cenáculo de manera inequívoca: "Tú… confirma a tus hermanos" (Lc 22,32). El mismo Pedro formuló de modo nuevo esta prioridad en su primera Carta: "Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere" (1 Pe 3,15). En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1), en Jesucristo crucificado y resucitado. El auténtico problema en este momento actual de la historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto".















viernes, 27 de marzo de 2009

LA EPOPEYA DE LOS ANDES (2)

En la mañana del 22 de diciembre de 1972, mientras viajaba en “La Villavesa”, el ómnibus que va y viene al campus universitario de Pamplona, en una de las paradas subió don Antonio Martín Moreno, un sacerdote español que por los años cincuenta había vivido varios años en Chile. Fue él quien me dio la increíble noticia de que habían aparecido 16 uruguayos en los Andes. Y, con un exquisito cuidado, agregó: - ¿Sabes qué pienso?... Que tienen que haberse alimentado entre ellos... - ¡¿Cómo?! – Mira, me explicó sin titubear: tú no conoces los Andes, ¿verdad? Pues te aseguro que es imposible que hayan sobrevivido de otra manera.

Tenía razón. Daniel Fernández explica crudamente en el libro la evolución que sufrieron:


“Durante mucho tiempo no pude pensar en todo ese proceso que tuvimos que hacer en la montaña, pasar de ser seres normales a convertirnos en hombres primitivos, deshojándonos gradualmente. Creo que al final estábamos más cerca del mono que del hombre, con la única diferencia de que éramos seres pensantes, y fundamentalmente con una espiritualidad agudizada que se iba tornando más sutil con el correr de los días. Pero en cuanto al funcionamiento del grupo, para quien nos observara desde afuera, éramos como una manada de monos. Setenta y dos días sin lavarnos, sin quitarnos la ropa, comiendo carne humana, que en un primer momento era un cortecito pero después se transformó en una ración de comida y más adelante ya quedaba el hueso pelado tirado por ahí y venía uno y lo agarraba y se lo metía en el bolsillo del saco y después se ponía a chuparlo delante de los otros. Incluso en la conversación era como se supone que se hablaba en las cavernas, una charla a un volumen muy tenue, muy pausado, casi musitado. Tal vez era una adaptación del cuerpo para ahorrar energía, o habíamos accedido a estadios tan primitivos que de homo sapiens nos transformamos en monos pensantes”.

Roberto Canessa matiza el cuadro cuando explica: “En un momento pensé que en esa zona de nadie estábamos tornándonos en bestias salvajes, que estaba primando nuestra parte animal, la que aniquilaría a la otra. Pero me equivoqué. Porque si bien es cierto que tuvimos que hacer cosas que ningún animal suele hacer, como comer a su propia especie, lo hicimos mediante un pacto de sublime generosidad, esencialmente humano y que me emociona hasta hoy: yo podría ser tu alimento de mañana. Y en la montaña vi gestos de generosidad y entrega como jamás volví a ver en mi vida. Y esos gestos, en particular de gente malherida, que sabía que moriría, te obligan a dar todo de ti, hasta la última gota de tu sangre".

Cuando empezaban a “habituarse”, si se puede hablar así, a la situación, la muerte los visita nuevamente: el alud de nieve es un ángel exterminador que, contra todo pronóstico, los acerca más a Dios: “Cuando permanecimos sepultados bajo la nieve durante tres días después del alud, dice Inciarte, se creó un antes y un después, separando dos historias diferentes. Cuando al fin salimos el paisaje era otro, la gente era otra. Salimos ocho menos, pero salió uno más, y ese “más uno” inmaterial nos advirtió que se terminaban definitivamente las mezquindades de la sociedad “civilizada”, entre comillas. Fue ahí cuando entré en un contacto mucho más estrecho con una fuerza superior. No me hizo más cristiano ni menos cristiano, simplemente mucho más creyente en un mismo Dios para todos, que se expresa a través del hombre, en el altar de la naturaleza. Es fácil no creer desde el llano: es imposible no creer cuando estás a solas con la montaña en forma de alud”.

domingo, 22 de marzo de 2009

LA EPOPEYA DE LOS ANDES (1)

La epopeya de los Andes. En justicia, sólo así se puede calificar lo que hicieron un grupo de uruguayos en 1972, que en estos días están en el primer plano gracias al estreno de la película “La sociedad de la nieve”. En el verano yo había leído el best-seller de Pablo Vierci que lleva ese título y la semana pasada asistí al pre-estreno del extraordinario documental dirigido por Gonzalo Arijón, que ha obtenido ya numerosos premios. Cuanto más pienso en todo lo que sucedió, más convencido estoy de que se trata genuinamente de una epopeya, como la define la Academia: "poema narrativo extenso, de elevado estilo, acción grande y pública, personajes heroicos o de suma importancia, y en el cual interviene lo sobrenatural o maravilloso".
Los hechos que ahora resumo y la interpretación que de ellos han hecho los 16 protagonistas que aún viven (iremos comentando sus declaraciones) pienso que harán ver que “la epopeya de los Andes” es una parábola, fuente de inagotables interpretaciones.

El viernes 13 de octubre de 1972, un avión uruguayo que llevaba 45 pasajeros a Chile, en su mayoría jóvenes jugadores de un equipo de rugby, se estrelló en Los Andes, a más de tres mil metros de altura. 13 de ellos murieron en la caída y durante la noche fallecieron otros 3. Al día siguiente muere una señora. Ocho días más tarde es la hora de Susana Parrado, hermana de “Nando”, cuya madre había fallecido al caer el avión.
En los restos del aparato no hay cómo alimentarse, los días pasan y se diluyen por completo las esperanzas de un rescate cuando oyen en la radio que se ha abandonado la búsqueda. Deciden entonces, después de no pocas vacilaciones, utilizar los cuerpos muertos para mantenerse con vida. Al mismo tiempo, acuerdan todos que, si uno de ellos muere, los demás hagan lo mismo con él.
Cuando llevan dos semanas así, sobreviviendo a temperaturas bajo cero, un alud de nieve sepulta a otros 8; quedan 19. El 15 de noviembre fallece uno más y otro el 18. El 11 de diciembre vuelve la muerte y aún se lleva a otro de los muchachos.
Desde unas semanas atrás, Nando Parrado, Roberto Canessa y “Tintín” Vizintín ( 23, 19 y 22 años) habían decidido, con el apoyo de todo el grupo, intentar salir del lugar: el 12 de diciembre, sin conocer la dirección correcta ni el tiempo que les llevará, emprenden lo que será, al fin, nada menos que el cruce de los Andes: sin equipo, sin experiencia de montaña, sin nada. Lo harán Parrado y Canessa, porque dos días después de salir decidieron que Vizintín volviera al avión y les dejara el alimento que llevaba consigo.
Después de diez días de escalar montañas, de enterrarse en la nieve, de pasar las heladas noches andinas, el jueves 21 encuentran a un arriero que da la alerta a la policía chilena. Los 14 sobrevivientes que están en los restos del avión son rescatados el 22 y 23. El domingo 24 de diciembre, después de setenta días imposibles de olvidar mientras vivan, celebraron en Santiago la Navidad.

jueves, 19 de marzo de 2009

ESO DE SER OBISPO...

Ayer celebró sus bodas de plata episcopales el Obispo de Salto, mons. Pablo Galimberti. Almuerzo con sus sacerdotes al mediodía, Misa Solemne por la tarde en la Catedral, llena de fieles, parientes y amigos: cariño, gratitud, aplausos... No obstante, me venía implacable el recuerdo de una confidencia que me hizo, hace un montón de años, mons. Miguel Balaguer (q.e.p.d), cuando ya era Obispo emérito de Tacuarembó. Cumplidos sus 75 años había presentado la renuncia y, como pasaban los meses y no llegaba la esperada sucesión, con ocasión de la visita "ad limina" se quejó al Santo Padre Pablo VI... El Papa lo escuchó con atención y le respondió: "Monsignore, tutti dobbiamo portare la nostra Croce!...". Me comentó entonces mons. Balaguer: - Padre, ¡es muy duro ser obispo!
Mons. Roberto Cáceres, que asistió a la celebración de ayer, parecía desmentirlo. Se autocalificaba, con razón, como "el más emérito de todos los obispos uruguayos": 88 años y 47 de obispo... Le pregunté cómo ocupaba el tiempo... Me dijo con sencillez:

- Durante la semana estoy en Treinta y Tres y celebro la Misa en las Doroteas. Los sábados voy a Melo y el domingo tengo una audición en Radio María, de 8 a 9. Después celebro Misa en San Antonio o en Betania. A las 10.45 está la audición Enfoques, en La Voz de Melo. A las 12.30, vuelvo a Treinta y Tres, y a las 17.00 celebro Misa en el barrio Veinticinco. A las 20.30 es la audición en Radio Patria, hasta las 21.00. ¡Ah!, los martes tengo otra audición en "Campo Abierto". Bueno, es eso; mientras pueda ser útil estoy ¡tan contento!...

Yo no dije nada, pa'qué.

martes, 17 de marzo de 2009

PEDRO Y LOS REMEROS


El Papa Benedicto XVI ha tenido un gesto extraordinario y ejemplar, escribiendo una magnífica Carta a los obispos de la Iglesia Católica, en la que explica por qué levantó la pena de excomunión a los cuatro obispos ordenados por Lefebvre. Recomiendo vivamente leerla y meditarla, con el fin de tener luz en la maraña de comentarios que desencadenó la decisión pontificia y, como se verá al terminar la lectura, para agradecer al Papa la transparencia en la exposición de los motivos que le llevaron a la decisión que tomó, y aprender también de él a reconocer sus fallos.

Al mismo tiempo y como consecuencia de la lectura, surgirá la necesidad de rezar más por Benedicto XVI y también por sus colaboradores en el gobierno de la nave de la Iglesia: se ve, como se dice en lenguaje corriente, que en el mismo barco, mientras todos parecen remar, hay algunos que hacen agujeros en su casco.

domingo, 15 de marzo de 2009

BEBÉS "MEDICAMENTO"

Bebé a los dos meses de ser concebido
Alicia es Doctora en Medicina y Coordinadora del Centro de Ciencias Biomédicas de la UM. Desde no hace mucho, lee este blog. Ahora me envía la carta que reproduzco, que tiene un final abierto.

"Ayer las noticias de la noche en la televisión, felicitaban lo que la manipulación genética había logrado, el nacimiento de un niño seleccionado genéticamente para curar a un hermano con talasemia y allí estaban sonriendo padres, niño ahora curado y médicos investigadores que habían logrado esto. Un hecho alejado de los principios éticos y cristianos que me fueron inculcados y que aplico en cada acto de mi vida y mi profesión médica. Me sentí tan triste y desolada de lo que está pasando, de lo que somos capaces de hacer los seres humanos.
Leí entonces algo que salió publicado en Cruz Campus Digital sobre los llamados bebés “medicamento”, en referencia a esta situación específicamente, escrito por el Director del Instituto de ciencias de la Vida de la Universidad Católica de Valencia Justo Aznar , un artículo de alto contenido ético , que creo vale la pena leer. En lo personal, con los artículos muchas veces me pasa como con los libros, leo el prólogo y de acuerdo con él, decido si continúo o lo dejo. En este caso, la primera frase utilizada me pareció suficiente para leerlo y sugerir su lectura: “Mientras muchos medios se felicitan porque haya nacido un niño seleccionado genéticamente para curar a un hermano, pocos piensan en todas las vidas aniquiladas para lograrlo" y da una cifra realmente espeluznante: “para conseguir 49 niños útiles hubo que producir 2.796 embriones", es decir, que hubo un homicidio masivo de 2.747 seres humanos.

Por otro lado al finalizar el artículo se refiere a los ataques que ha recibido la Iglesia de ir en contra del avance de la ciencia y lo que dice es muy valioso: “la Iglesia de ninguna forma se manifiesta contra los avances de la ciencia, sino contra la mala utilización de los avances científicos y no cabe duda de que un avance construido sobre la destrucción de numerosas vidas humanas, requiere una profunda reflexión ética, que es lo que la Iglesia ha hecho”.
Le agradezco el tiempo y la atención para leer esta carta que le envío. Si le parece, creo que por la importancia que tiene el tema, sería bueno que lo diera a conocer en ese blog. Debemos reflexionar sin duda, todos nosotros, hijos de Dios, ¿qué podemos hacer, además de rezar, educar a los niños y jóvenes en los principios éticos de la vida, para evitar que esto suceda?".

domingo, 8 de marzo de 2009

FREDDY

Freddy, en primer plano, en prácticas de laboratorio de su Facultad

Hoy es uno de esos días en los que necesitaba de urgencia hablar con Dios. Lo necesitaba porque a las 10, en el Cementerio Británico, era el entierro de Federico y me encontraba con el alma dormida, en estado de hibernación. Es que no puedo acostumbrarme a noticias como la muerte de Freddy.
Fui a buscar un poco de luz en las lecturas de este segundo domingo del tiempo de Cuaresma. De entrada me salió al encuentro el relato de aquella tremenda prueba que Dios le pidió a Abraham: el sacrificio de su hijo Isaac. Al principio vi en paralelo a los dos, a Isaac y a Federico. Después entendí que la vida de un hijo tiene origen en sus padres, pero es de Dios y solamente suya, como Abraham lo había entendido y se había dispuesto a sacrificar a Isaac.
Freddy estudió Ingeniería Civil en la Universidad de Montevideo. Fue un alumno de los que llamamos “10 puntos”. No sólo por lo académico, sino por toda su persona: servicial, sencillo, atento, generoso… Tenía un montón de amigos.
Segunda lectura de la Misa: razonamiento estremecedor de san Pablo en la carta a los de Roma. Estremecedor y preñado de esperanza: es verdad que Isaac no murió, pero Dios Padre, en cambio, “entregó a su Hijo por todos nosotros”. En consecuencia, “¿cómo no nos dará todo con Él?”. Entonces me pregunté: ¿qué no habrá recibido Freddy, este chico rubio, de sonrisa abierta que invitaba a la amistad?...
Mientras estudiaba, Freddy coincidió en la Facultad con Analía, estudiante de Ingeniería Telemática, un par de cursos debajo de él. Se conocieron y poco más, también porque Freddy, siendo Ayudante en una materia, era profesor de Analía. Pero los dos tenían en común el empeño de ayudar a la gente y, cada uno por su cuenta, los fines de semana empezaron a trabajar juntos en una ONG que construye viviendas mínimas en los barrios más carenciados de Montevideo. Así, trabajando para los demás, Freddy y Analía intimaron y terminaron por ennoviarse.
Llegué al evangelio de hoy: Jesús toma consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y los lleva a un monte alto. En esa soledad, mientras hace oración cambia su aspecto por completo: todo su cuerpo y sus vestidos se llenan de luz blanquísima, más que la nieve. Pedro, literalmente en la gloria, exclama: - “¡Señor, qué bien estamos aquí!”. Llega del cielo la voz del Padre: - “Este es mi Hijo amado, escúchenlo”. Se asustan y caen rostro en tierra. Es Jesús quien los devuelve a la vida terrenal y les pide que no digan nada de lo que han visto y oído “hasta que resucite de entre los muertos”.
Freddy, desde que era chico, me consta, trataba de escuchar a Jesús y conocer su voluntad: por eso se había puesto a trabajar en favor de tanta gente necesitada. Cuando entendió que su vida estaba destinada a compartirla con Analía, fijaron la fecha de su casamiento para el mes de noviembre del año pasado.
Tuvimos los tres varios encuentros, en los que fuimos descubriendo el maravilloso plan de Dios para el hombre y la mujer unidos en matrimonio. Estaban felices el día de la boda; fue una ceremonia preciosa. Al día siguiente partieron para Chile (la luna de miel será más adelante, decidieron) a trabajar en una empresa de un hermano de Freddy. Hace un mes, me llegó la noticia de que Analía estaba esperando su primer hijo.
El miércoles pasado, mientras los dos se encontraban en una obra, una descarga eléctrica terminó a traición con la vida de Freddy.
Al terminar la Misa rezamos un responso y la Salve. Después llevamos el cuerpo al sepulcro. Analía lloraba en silencio, abrazada a una foto de su marido que, durante la Misa, había estado encima del cajón. La miré: me pareció que Freddy, más agradecido que nunca, decía: “¡Señor, qué bien estamos aquí!”.

miércoles, 4 de marzo de 2009

HORAS NON NUMERO NISI SERENAS


En los antiguos relojes de sol solía colocarse esta leyenda en latín: "solamente cuento las horas serenas". Estas eran, obviamente, nada más que las horas de luz, las únicas que, gracias al sol, podían marcar aquellos viejos relojes.

El sofisticado aparato de hoy marca las horas, los minutos, los segundos y hasta sus décimas partes, sin importarle soles, ni lunas, ni tormentas ni atardeceres: es, sin duda, un reloj eficaz. Al mirarlo, sin embargo, la sensación que provoca no es precisamente de serenidad, sino más bien de aceleración y desasosiego... Entonces, que hace ahí, en el arranque de este blog?

Está ahí porque a mi, al menos, me sirve de"despertador". Por contraste, claro. Ese imparable y exacto reloj me recuerda que, más que eficacia puntual y ejecutiva, lo que la gente espera encontrar en el sacerdote es un poco de serenidad, que es decir, calma, paz, esperanza, alivio...

No es fácil, como el reloj de sol, contar sólo esas horas. Pero con la ayuda de Dios que te serena en la oración y con un poco de esfuerzo, me parece que se puede. En todo caso, consuela aquello que se cuenta (no me acuerdo cuándo lo leí) de un santo tan dulce como san Francisco de Sales: cuando falleció se descubrieron en su escritorio las innegables huellas de sus uñas, con las que descargaba la tensión que le provocaban tantos interlocutores a los que, naturalmente, daba serenidad...