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lunes, 3 de noviembre de 2008

UNA BOMBA EN EL CAMPUS

Ayer publiqué en EL OBSERVADOR esta nota. La reproduzco en la serie del viaje a Lourdes porque mi breve estadía en Pamplona fue de paso hacia ese destino.


Hace apenas dos meses estuve en Pamplona, en el campus de la Universidad de Navarra, donde el otro día la ETA explotó una bomba de locura. Estuve muy pocas horas, apenas las suficientes para charlar un rato, al caer la tarde, con dos matrimonios uruguayos que están allá haciendo sus doctorados: Miguel y Verónica (y Guadalupe, de meses), y con Martín y Lucía (con Martín Jr., chiquito también).
Después de más de veinte años que no iba a Pamplona, tenía unas ganas locas de pisar el campus de la universidad. La mañana siguiente empecé por donde debía y fui a saludar a la Virgen en su casa, que es una ermita. Era lo que hacía cuando era estudiante.
La Virgen del campus es un regalo de San Josemaría Escrivá de Balaguer a la Universidad de Navarra. Fue bendecida en Roma por el papa Pablo VI y llegó a la ermita el 8 de diciembre de 1966, hace más de cuarenta años, me parece mentira.
Desde entonces hasta hoy, por la ermita desfilan continuamente alumnos, profesores y empleados de la universidad. Pasan y rezan, es decir, le piden cosas a la Virgen, le agradecen favores, la invocan, le dicen un piropo. Creo que una cosa importante que se aprende en la Universidad de Navarra es a querer a la Madre del Amor Hermoso, que es la advocación de la imagen del campus. Así, al menos, me ocurrió a mí durante mi estadía en Pamplona.

Hace dos meses, decía, fui primero a saludarla. Después enfilé hacia el campus. Me pareció un sueño: verde, muy verde, cuajado de flores y con árboles enormes que había conocido recién plantados: sequoias, abedules, hayas…
Aunque faltaban unas semanas para empezar el curso, me crucé con no pocos estudiantes y profesores. Pasé por el Colegio Mayor Belagua, donde viví tres años, y seguí por detrás del Edificio Central hacia la Biblioteca, enorme construcción que alberga más de un millón de libros y donde estudian centenares de investigadores y alumnos. En el estacionamiento que hay entre los dos edificios había muchos autos.
Por un poco de nostalgia entré un momento en la Facultad de Comunicación, en la que me gradué. Me chocó, de entrada, que el bedel me pidiera identificación… Le expliqué que cuarenta años atrás yo había sido alumno… Pude pasar. Los tiempos han cambiado, pensé, y es lógico el control: cinco ataques ha sufrido la Universidad por parte de la ETA, hay que vigilar, qué lástima.
Hace unos días, como se sabe, llegó el sexto atentado. Razonablemente, debió terminar en la tragedia de un montón de estudiantes muertos. El coche bomba fue colocado allí, en ese estacionamiento por el que circulan miles de jóvenes todos los días, que en un instante se convirtió en un infierno. Pero, asombrosamente, no hubo ni siquiera un herido grave.
Al día siguiente del atentado, la ermita se llenó de flores, de oraciones y de cantos, en una expresión de inmensa gratitud a la Virgen. Escuché por la radio a un estudiante ecuatoriano que decía: - Fue la Virgen, que nos cuidó. ¡Si no fuera por ella!...
Pensé en Miguel y su esposa, y en Guadalupe; en Martín y su hijo tocayo, y en lo que Lucía, riéndose, había dicho aquella tarde. Hablando de su situación, que es también la de otros como ellos, resumió:
-Somos matrimonios jóvenes, con hijos y doctorandos… y no tenemos un mango!
Tienen a la Virgen en el campus: salen ganando.

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