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miércoles, 8 de octubre de 2008

PRIMERAS IMPRESIONES



Desde Paysandú. Sepan disculpar el desorden: el del blog y el de esta crónica de Lourdes: es que si espero a poner prolijamente mis impresiones, renuncio a escribir. Y a esto no quiero renunciar.

Al llegar a Lourdes el 4 de septiembre, a las 5 y media de la tarde, me sentí un poco alicaído. Lourdes es un pueblo grande compuesto por hoteles y comercios, por comercios y hoteles en los que te atienden en cuatro o cinco idiomas y en los que se encuentran rosarios de cuantas clases quieras e imágenes de la Virgen que no son, en su mayoría, artísticamente recomendables. Superé esta primera impresión pensando en esto: desde 1858, cuando la Virgen se apareció en la Gruta de Massabielle, hasta hoy, ¿cómo no iban a multiplicarse los albergues, si se cuentan por millones los peregrinos de todo el mundo que acuden a Lourdes? A su vez, ¿a quién no le gustará llevarse un recuerdo de su paso inolvidable -¡i-nol-vi-da-ble!, repito- por este sitio bendito por la presencia de Nuestra Señora? Entonces, superemos el shock y vayamos a lo importante.

Lo importante es que a todas horas Lourdes es una fantástica Babel de idiomas que no se confunden, porque todo ese mar de mujeres y hombres, enfermos y sanos, coinciden aquí para encontrar a su Madre. Pienso que nadie va para "hacer turismo". Sí, quizás, por curiosidad; pero estoy seguro de que se van deseando volver porque encontraron algo que no esperaban: la cercanía de la Virgen, el trato con enfermos que hizo que se preguntaran: ¿y yo de qué me quejo?, la gracia de la fe recuperada...


Lo importante es, también, que en el predio de 51 hectáreas donde se encuentra la Gruta, las Basílicas, las piscinas... no se vende absolutamente nada. Lourdes es lugar de oración, de intimidad con la Virgen, de encuentro con Jesús que perdona en el sacramento de la Penitencia. En Lourdes el cielo está al alcance de la mano.


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