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martes, 28 de octubre de 2008

EL ROSARIO DE LAS ANTORCHAS


Cuando llega la noche a Lourdes, en el predio de la Virgen se encienden miles de estrellas. Son pequeñas antorchas formadas por una vela protegida con su caperuza, que siguen un modelo incambiado desde el siglo XIX. Cada día, a las 9 de la noche, se prenden esas luces que, durante una hora, iluminan el camino de miles de personas: van rezando el Rosario en distintas lenguas y reviviendo, según los días, los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de la vida de Jesús y de su Madre.

Ese Rosario de Lourdes, proclamado ante todo por multitud de enfermos, es un himno de alabanza a Cristo y a la Madre de Dios que, además de llegar al Corazón de la Madre, se clava en lo más hondo de quien lo reza: la luz de las velas, el canto al final de cada Misterio mientras se alzan al cielo todas las antorchas, la cercanía de tantas personas extrañas que por obra y gracia de la oración se sienten hermanas, componen una experiencia única de cercanía inmediata con la familia que es la Iglesia, que se encuentra más allá de los límites del espacio y del tiempo.

Al terminar el Rosario, mi amigo Emilio (hablaré de él más adelante) me comentó inesperadamente y simplificando con buen humor las cosas: -Oye, ¿no sientes pena por los protestantes? ¡Mira que no poder disfrutar de esto porque no creen en la Virgen!... ¡Lo que se pierden!

miércoles, 15 de octubre de 2008

UNA LECCION DE LITURGIA

Fui a Lourdes con ocasión del 22º Congreso Mariológico y Mariano Internacional, que se celebra cada cuatro años. De su desarrollo hablaré más adelante. El caso es que poco después de las cinco de la tarde del 5 de septiembre, al terminar una sesión del Congreso, sentí curiosidad y seguí una flecha que señalaba, al final de una rampa, "Basílica de San Pío X". Pensé que se trataba de una maquette -era la primera vez que estaba en Lourdes, aclaremos- y mi sorpresa fue superlativa cuando, al abrir la puerta, me encontré dentro de un ¡enoooooooorme! templo bajo tierra. La puerta se encuentra a la altura del altar y, hacia un lado y otro, la nave de la basílica. Me parecía increíble. Tiene una superficie de 12.000 metros cuadrados; 191 m. de larga y 61. m de ancha y caben en ella 25.000 personas. Fue consagrada el 25 de marzo de 1958 por el Cardenal Angelo Roncalli, que ese mismo año sería elegido Papa y tomaría el nombre de Juan XXIII.
Sentado en uno de los bancos, no salía de mi asombro. En el lado opuesto ensayaba un coro de más de 100 voces. En el inmenso recinto no había más de seis personas. Uno de los encargados del orden, italiano, me informó: arriba acababa de empezar la procesión eucarística de las cinco de la tarde y terminaría allí. -Si usted quiere puede esperar aquí a que llegue; ahora mismo empieza la trasmisión por TV cerrada.

Así fue. En una de cuatro grandes pantallas pude seguir la procesión. -Todos los días aquí se produce un milagro, me dijo sonriente mi interlocutor. -¿Qué sucede? -¡No pasa nada!, ese es el milagro. Verá, me explicó. Asisten a la procesión entre 6 y 10.000 personas, enfermos muchísimos de ellos. Lo natural sería que hubiera algún desmayo, un accidente, un problema... ¡Y nunca pasa nada! La procesión comienza puntualmente y llega puntualmente; la basílica se vacía sin ninguna dificultad...

A las seis menos cuarto, en efecto, comenzaron a entrar enfermos en sillas de ruedas y camillas, que los organizadores situaban con orden cerca del altar. Por un costado, sillas adornadas con globos en las que iban niños enfermos...


Después, estandartes de cofradías y carteles de distintas diócesis de Europa. Finalmente, el Santísimo Sacramento entronizado en una custodia y bajo palio, precedido por ocho personas con albas que llevaban en sus manos recipientes con incienso.


El coro canta en distintos idiomas. El sacerdote, revestido con capa pluvial, coloca el Santísimo en el altar y lo inciensa. Ahora se hace un completo silencio de varios minutos: adoramos al Señor. Luego el celebrante toma en sus manos la custodia y se dirige a un primer grupo de fieles y les da la bendición; luego, a otro; y a otro; y a otro, acompañado siempre por sacerdotes revestidos. Una vez que termina las bendiciones y se dirige a la salida llevando el Santísimo, estalla un aplauso que es pura acción de gracias a Dios.


Inolvidable, magnífica, una lección práctica de liturgia vivida hasta el detalle. El cielo al alcance de la mano.

martes, 14 de octubre de 2008

MADRE DE LOS ENFERMOS

Desde que la Virgen señaló a Bernadette el lugar donde debía escarbar para que empezara a manar agua de una fuente, que sigue manando hasta el día de hoy-, Lourdes es el sitio del mundo más visitado por los enfermos y donde se han verificado muchos milagros, después de tomar ese agua milagrosa. (Recomiendo leer el librito "Viaje a Lourdes", de Alexis Carrel, Premio Nobel de Medicina, que fue testigo inmediato de la curación de Marie Ferrand, que padecía una peritonitis tuberculosa de la que se vio curada delante de sus propios ojos).
De la mañana a la noche se ven por todas partes sillas de ruedas y camillas, trasladadas por un extraordinario equipo de 7.000 personas que forman parte de la Hospitalidad Nuestra-Señora de Lourdes y por otros 100.000 hombres y mujeres de las Hospitalidades de las distintas peregrinaciones. De mañana los llevan a Misa y a las piscinas; a las 5 de la tarde, a la procesión eucarística; a las 9 de la noche, al rezo del Rosario con antorchas. Hablé con un italiano que formaba parte del equipo que los atendía. Me dijo que, desde hacía años, dedicaba diez días al cuidado de los enfermos que vienen a Lourdes. Lo hace con un enorme gusto. Exclama: Lei non sà quanto ho imparato!... "¡Usted no sabe todo lo que he aprendido!"La Gruta de las apariciones. No sé bien cómo explicarlo. Llegar allí y ponerse a rezar es inmediato. Mirar a la Virgen y sentir que te mira a ti. Pensar después que, desde hace un siglo y medio, en ese lugar han rezado muchos santos, el último Juan Pablo II, ocho meses antes de irse al Cielo: los invoco a todos. Abro mi agenda con una larga lista de intenciones: personas que me pidieron que las encomendara y otras muchas... Casi me parece una falta de respeto sacar una foto, pero lo hago igual: esos hombres abrazados, rezando juntos delante de la Señora... Les parece lo más natural, y lo es, además de conmovedor. Me interrumpe una chica: Mi scussi, Padre (los italianos son mayoría en Lourdes), mi può confessare? Estoy seguro de que estos son los "milagros" que más le agradan a Jesús y a su Madre, Madre de los enfermos del cuerpo y del alma.

miércoles, 8 de octubre de 2008

PRIMERAS IMPRESIONES



Desde Paysandú. Sepan disculpar el desorden: el del blog y el de esta crónica de Lourdes: es que si espero a poner prolijamente mis impresiones, renuncio a escribir. Y a esto no quiero renunciar.

Al llegar a Lourdes el 4 de septiembre, a las 5 y media de la tarde, me sentí un poco alicaído. Lourdes es un pueblo grande compuesto por hoteles y comercios, por comercios y hoteles en los que te atienden en cuatro o cinco idiomas y en los que se encuentran rosarios de cuantas clases quieras e imágenes de la Virgen que no son, en su mayoría, artísticamente recomendables. Superé esta primera impresión pensando en esto: desde 1858, cuando la Virgen se apareció en la Gruta de Massabielle, hasta hoy, ¿cómo no iban a multiplicarse los albergues, si se cuentan por millones los peregrinos de todo el mundo que acuden a Lourdes? A su vez, ¿a quién no le gustará llevarse un recuerdo de su paso inolvidable -¡i-nol-vi-da-ble!, repito- por este sitio bendito por la presencia de Nuestra Señora? Entonces, superemos el shock y vayamos a lo importante.

Lo importante es que a todas horas Lourdes es una fantástica Babel de idiomas que no se confunden, porque todo ese mar de mujeres y hombres, enfermos y sanos, coinciden aquí para encontrar a su Madre. Pienso que nadie va para "hacer turismo". Sí, quizás, por curiosidad; pero estoy seguro de que se van deseando volver porque encontraron algo que no esperaban: la cercanía de la Virgen, el trato con enfermos que hizo que se preguntaran: ¿y yo de qué me quejo?, la gracia de la fe recuperada...


Lo importante es, también, que en el predio de 51 hectáreas donde se encuentra la Gruta, las Basílicas, las piscinas... no se vende absolutamente nada. Lourdes es lugar de oración, de intimidad con la Virgen, de encuentro con Jesús que perdona en el sacramento de la Penitencia. En Lourdes el cielo está al alcance de la mano.


VOLVI DE LOURDES

¡Fui a Lourdes, recé en Lourdes, descubrí en Lourdes la fuerza de la Iglesia!: los enfermos. Volví a Montevideo, me zambullí en el trabajo, disperso entre la universidad y los viajes a Paysandú y a Salto. Abrí ¡una vez! este blog, y leí comentarios de sorpresa por mi silencio, contradictorio con la promesa hecha de que contaría lo que había vivido en Lourdes...
Cerré el blog, y un día sí y el otro también, hago el propósito de cumplir la promesa... Hoy la reitero, no vaya a ser que piense alguno que me quedé allá (no digo para siempre, pero con enorme gusto habría estado allí bastante más tiempo del que estuve) o que sufro de amnesia. Con la ayuda de la Virgen, en este mes del Rosario, espero encontrar la imprescindible serenidad como para hilvanar tres ideas y colocar alguna foto que saqué y que no tengo en esta máquina.
En todo caso, una primera idea es ésta: después de 150 años, en Lourdes la Virgen está muy pero que muy presente: consolando, animando, ayudando, escuchando...