Páginas

lunes, 19 de mayo de 2008

NIÑOS ANTE EL TELEVISOR




Los niños y la televisión, ¡qué tema!... El obispo de Salto, mons. Pablo Galimberti, publica en el diario Cambio, de esa ciudad, unas reflexiones bien interesantes:
Me contó un amigo que su hijo Federico, de seis años, al verme a mí participando en un programa de televisión en Salto, se acercó a la pantalla y hablaba: hola, ¿me escuchás?
En la mente del niño imagen y realidad se fusionan. También ocurre en pueblos lejanos, que poblaron el Olimpo.

Es insospechable el poder de una imagen, las reacciones que despierta, los sentimientos pacificadores o perturbadores que entran en chicos y grandes. En lo que les cuento la imagen era el único mensaje, o más bien, un pretexto para exteriorizar sentimientos. Eso era evidente, ya que temas como la pérdida de valores o la violencia en la familia, ni por las tapas estaban al alcance de Federico. Pero bastaba que allí apareciera una figura cercana, un amigo, para despertar reacciones, como en un test proyectivo. El padre que me lo contaba seguía sorprendido por la identificación que vivía su hijo, a tal extremo que le preguntó si podía encontrarme “dentro” o del otro lado, si rompía la pantalla!
Este hecho doméstico, sencillo y frecuente, sugiere varias puntas de reflexión. Las oportunidades educadoras de los padres, como acompañantes y testigos de sus hijos ante el televisor, observando reacciones, emociones e identificaciones con héroes o figuras de su imaginario infantil. Seguramente un niño llevará esas imágenes a la almohada cuando cierre los ojos. Unas positivas que le traerán paz y sonrisas y otras que alimentarán miedos.

Desde otro ángulo se puede comprobar el carácter invasor y omnipresente de la cultura de la imagen y sus repercusiones. En el hogar, la escuela, la enseñanza, la sala de espera de un hospital, un bar y por sobre todo en el espacio íntimo de la conciencia individual donde cada uno convive consigo mismo y decide sus conductas y el grado de coherencia que elige darles. El cine y la televisión muestran no solamente hechos, crónicas o sagas. De manera implícita o subliminal, al mostrar gente en acción, aparecen decisiones éticas ante la vida, la familia, el amor, la patria, las responsabilidades sociales, la dimensión religiosa de los problemas humanos, etc.
También se puede apreciar el alcance del poder de la imagen cuando es usada para imponer marcas, productos, generar compradores compulsivos, inducir fanatismos, fobias colectivas, guerras de hinchadas futboleras, xenofobias y para manipular conciencias cuando no hay real libertad que permita expresarse a todas las voces y sectores culturales de un país.

Pienso en padres y madres como “imagen” ante sus hijos. Además de ser personas de carne y hueso, que sostienen económicamente un hogar y procuran educarlos, cada día están comunicando mensajes no hablados que dicen más que algunos rezongos a la hora de comer.
La imaginación al poder, era uno de los graffiti en los muros de la Sorbona, hace cuatro décadas. Educar significa pasar por el tamiz el impetuoso caudal de imágenes e intentar traducirlas en palabras, masticando lo bueno y descartando lo que debe desecharse.

De alguna manera todos somos “niños” ante el televisor. Afectados por imágenes que serenan o perturban, que sería aconsejable no olvidarlas en el trajín de la vida diaria. Al igual que un niño, nos identificamos, afloran sentimientos, aparecen fragmentos de fantasía, reveladores de opciones que deberíamos encarar o decisiones que esperan que nos animemos a “tomar el toro por las astas”.
La imagen sirve mientras no hagamos añicos la pantalla del televisor, creyendo que la realidad está solamente en la pantalla del cine o del televisor. Lo que sentimos y nos afecta es de cada uno, es mío, surgió en mí a partir de tal o cual imagen. La realidad impacta en cada uno de diferente manera, convirtiéndose así en una realidad psíquica. Los griegos inventaron la palabra “psijé” o psíquico para designar con ella a la mariposa. Por algo después fue aplicada a ese movimiento de cada ser humano que es como una mariposa. Pero poco a poco, dejando de ser niños o adolescentes, los adultos también debemos intentar amaestrar la “loca de la casa”, como la llamaba con gracia y acierto Santa Teresa de Avila, la gran mística española del siglo de oro.

Ah, y a Federico, muchas gracias por sugerirme el argumento de hoy.


2 comentarios:

Minerva dijo...

Las imágenes son poderosas: son conocimiento, son arte, son musas, son personalidades potenciales, o al menos, son detonantes de la psiqué. Cuidado: Nada es querido si no es previamente conocido, dijo el sabio estagirita.

Jav·E dijo...

Está claro que el poder lo tienen los que hacen TV. Pero también los que ven y dejan ver, por eso la importancia de ver la tele con nuestros hijos y hablar sobre lo que se ve... aunque tengan 18 años de edad y crean que saben de qué va la vida.

Buen post, DJ.