

En la mañana del 8 de mayo de 1998, Melo recibió al Papa. Monseñor Roberto Cáceres, obispo de la diócesis, lo recibió con una desbordante alegría. Le decía, con las palabras de Santa Isabel a la Virgen: "¿Quién soy yo, para que vengas a visitarme?"...
En la explanada del barrio de la Concordia, Juan Pablo II pronunció un discurso sobre el trabajo que causó impresión: “El trabajo no es algo que el hombre debe realizar sólo para ganarse la vida; es una dimensión humana que puede y debe ser santificada, para llevar a los hombres a que se cumpla plenamente su vocación de criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios”. Y añadió más adelante: “Los cristianos serán verdaderamente “sal de la tierra” y “luz del mundo” (Mt 5, 13-14), si saben dar a su trabajo la calidad humana de una obra bien hecha, con amor de Dios y con espíritu de servicio al prójimo".
Regresó a Montevideo al mediodía y de tarde, en auto, viajó hasta Florida a honrar a la Virgen de los Treinta y Tres, Patrona del Uruguay, y a celebrar la Santa Misa con ordenaciones sacerdotales. En su homilía lanzó las redes para pescar: “Vosotros, jóvenes, pedidle al Señor que os haga oír su voz, que escuchéis el llamado que os tiene quizá reservado a vosotros. Haced de vuestra vida un seguimiento del Maestro y sed generosos en darle vuestro corazón. Y si os llamara al sacerdocio o a la vida consagrada no temáis, confiad en El, que es el amigo que nunca defrauda” .
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