
Hoy hace tres años que se fue. Ayer se cumplieron 21 -¡Dios mío, que el tiempo se nos va como el agua entre las manos!- desde que celebró en Montevideo la Misa más importante de nuestra historia. Cuando paso por Tres Cruces me detengo un momento para contemplar la que nos dejó como recuerdo para siempre: está en su lugar, blanca y elegante, como una novia. Fue su Cruz: ser Papa. Lllegó a Montevideo bajo agua -31 de marzo de 1987, seis de la tarde, diluviaba...- sonriendo mientras saludaba, saludaba y saludaba... Lo esperaba una multitud, en la rambla, cantando bajo la lluvia, literalmente: sólo para verlo pasar. Discurso en la Catedral, discurso en el palacio Taranco, discurso a los obispos en la Nunciatura Apostólica, la Misa al día siguiente... y siempre de buen humor. Aeropuerto de Carrasco: saludar y saludar... Se fue para Chile, donde lo esperaba Pinochet. Vuelta a empezar. Y así, 26 años.
La síntesis la encontré en La Habana, en 1998, mientras preparaba la última crónica de su visita a Cuba. En el cuarto de la parroquia donde viví esos días, un libro de poemas de Martí. Leí: "Cuando al peso de la Cruz/el hombre morir resuelve/sale a hacer el bien y vuelve/como en un baño de luz".
1 comentario:
Preccioso recuerdo, grandísimo Papa, q. quiere q. no le olvidemos, precciosos versos.
Publicar un comentario